Cada día imprimimos el listado de los pacientes que disponen de una cita para venir a vernos o para recibir nuestra llamada. Citas de 6,7 u 8 minutos a lo sumo, una tras otra en el papel y el tiempo.
Yo subrayo las visitas presenciales para que no se nos olviden, voy tachando los pacientes atendidos y de repente alguien no contesta y pongo un punto naranja para llamar de nuevo, surge algo urgente (indemorable) y me cojo sus datos, alguien necesita un informe para hacer con tiempo y dejo una → flecha a su lado, y alguien tiene un problema para revisar en adelante y me lo anoto en rojo en mi cuaderno.
Esto no es una agenda, esto es un mapa del tesoro. ¡Menuda obra de arte encima de la mesa!, la mañana de hoy llena de garabatos y de notas, si no se nos olvida nada hemos ganado.
Hoy terminó la guardia con algo de tiempo extra y, con buena intención, hemos visto la agenda de mañana. Otra vez todo lleno, no hay ni un hueco. Pasado no queda tampoco nada libre. Mejor no miramos en adelante, por si acaso. No somos un conjunto musical, no queremos llenar el auditorio. Quisiéramos dejar algún espacio para estar disponibles, accesibles, para coger aire un momento. Pero día tras día estamos al completo y yo sigo anotando en los papeles, siento que intento vaciar el mar a cucharadas.
Muy buena
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