Durante unos meses tengo la oportunidad de compartir el espacio de la consulta con estudiantes de 5º año de medicina. No puedo evitar reconocerme en ellas cuando se sorprenden, miran la consulta con ojos nuevos. Es su primer contacto con la medicina de familia y, a la vez que ellas se encuentran con las características de esta forma de entender y atender la salud, yo las redescubro.
Recuerdo lo importante que es, cuando estás estudiando algo que el día de mañana pondrás en práctica, entender y no sólo memorizar. Recuerdo la satisfacción de comprender lo que se refleja en una espirometría, en una serología hepática, en una radiografía de tórax y en el caballo de batalla de todo estudiante, el electrocardiograma. Recuerdo que casi siempre comprendí las cosas cuando las puse en el contexto del paciente, dejan de ser una exploración más para convertirse en su espiro, su rayo, su analítica, su electro...
Aunque quizás no soy la persona más docente, sí me gusta intentar echar un cable a quien pueda necesitarlo. Con precaución, cojo el testigo de todos esos profesores, tutores, residentes mayores que dedicaron unos minutos a darme alguna respuesta, o a sugerirme nuevas preguntas.
Creo que preciso mejorar la técnica; acabo llenando el folio de dibujos, utilizando los símiles más sencillos que encuentro, pensando deprisa y hablando despacio. Espero que en alguna ocasión les sirva de algo, a mi desde luego sus preguntas y su interés me desafían a seguir estudiando.
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