01/12/2022: Cuando todo estaba oscuro

Hola de nuevo querido Diario.  Sé que han pasado muchos meses sin hablarnos, que este silencio sólo podía significar que no tenía nada bueno que contarte, ni encontraba las palabras para explicarte lo malo.

Mi situación ha sido tremendamente compleja, igual que la situación de nuestra Atención Primaria.  Ser "médica de huecos" ha implicado contratos de una semana, dos días, uno incluso.  Cada día en un hueco distinto, cada día una aventura diferente.  

He dibujado la presión asistencial de mis contratos, creo que se entiende bien pero te lo voy a explicar.

He sido una "médica trapo" o "médica bayeta".  Esa con la que "limpian la consulta", con la que "achican agua".  Claro que lo que aquí se "limpia" son 40 o 50 pacientes en una mañana, pacientes que no conozco y tienen, con suerte, entre 5 y 10 minutos para presentarse, pacientes que merecen una atención de calidad que así no puedo darles.  

He sido esa "médica bayeta" que intentan escurrir, a ver si puede limpiar 4 o 5 pacientes más, y cuando los ha atendido, le dan esa última vuelta de apretón a ver si aún le queda algo que sacar: un domicilio urgente, pacientes de otros médicos que tienen que dejar su consulta vacía cuando no pueden estar, una emergencia, ese paciente que no puede esperar a mañana, ese paciente al que acaban de dar el alta del hospital, ese que se quedó sin medicación imprescindible...

Una "médica trapo" sale bastante barata, creo que es así porque entre ella y sus pacientes pagan buena parte del precio.  No hay que pagarle descansos a los que no tiene derecho, no hay que pensar en conciliación con la que no cuenta.  Se da poco valor a la seguridad del paciente, pero la prisa y la presión hacen más probable cometer errores que saldrían caros...  Se le da mucho valor a la inmediatez que no ha demostrado gran cosa, en absoluto se valora la longitudinalidad, que sí puede hacer que nuestros pacientes vivan más y mejor.  La accesibilidad es barata y desigual, porque romper la brecha digital y procurar que los pacientes más vulnerables pudieran llegar hasta mí tan fácilmente como cualquier joven con un smartphone... saldría caro.  Por eso han aumentado las consultas innecesarias y repetidas, baratijas en el fondo; pero apenas aumentamos el control de los crónicos y el seguimiento de la fragilidad, porque me obligan a dedicar el tiempo a lo primero a pesar de que el valor de mi profesión está en cuidar de los segundos.  

Podríamos hablar del precio de la atención comunitaria pero es que eso sale completamente gratis porque depende únicamente de la energía del profesional para afrontarla siempre fuera de su agenda.  Podríamos hablar del coste de la formación pero es que la tenemos de rebajas, se deja al esfuerzo personal y del equipo para encontrar el hueco donde meterla, cada vez tenemos menos tiempo para mantenernos actualizados.   Aún me faltaría por preguntar: ¿Cuánto nos cuesta formar a un MIR MFyC que aprende a fuerza de trabajar y tiene a su tutor ahogado en la consulta?  ¿Salen caras las jubilaciones anticipadas de los sanitarios que ya no aguantan más? ¿Y las bajas laborales de los profesionales que ya se nos han roto?

En el fondo, una "médica trapo" dura lo que dura si no la cuidas.  Pero dime si no es importante el mantenimiento de una consulta en la que falta el médico, asegurar que puede seguir funcionando con seguridad y con dignidad para los profesionales y los pacientes.  Es importantísimo, porque tenemos a muchas médicas jóvenes que se han cansado de ser utilizadas y se marchan, dejando tras de sí una frase para la televisión y los periódicos: "faltan médicos".  A priori parece incontestable, pero si miras bien, te das cuenta de que formamos a muchísimos profesionales en nuestras universidades y luego les damos formación MIR a casi todos, y la gran mayoría serán médicos de familia, buena parte estarán tremendamente bien preparados.  Pero se nos escapan, y "nos faltan médicos", porque no los cuidamos.  

Todo esto es lo que he ido descubriendo con mis contratos (no diremos "basura", diremos "bayeta"), he sido plenamente consciente del abandono de nuestra Atención Primaria a su suerte, incluso de los desprecios de nuestras propias autoridades.  No solo no dan valor a lo que hacemos, intentan quitárselo constantemente.  

Por eso todo estaba oscuro, y todo está oscuro.  Pero...

Aunque en los últimos meses nada ha cambiado fuera, continúa el abandono y el desprecio, pero algo ha cambiado en mi.  He conseguido un par de contratos algo más largos, dos semanas en el mismo hueco primero, un mes entero en la misma consulta ahora.  Tiempo suficiente para reencontrarme con la médica que quiero ser, para volver a sentirme médica de familia.  No ha sido mérito mío en absoluto, tampoco de mis jefes.  El color ha vuelto con quienes he sentido que ya casi eran "mis" pacientes,  ellos lo han traído.  Fueron sus sonrisas al verme en la consulta varios días seguidos, sus "gracias, a ver si te dejan aquí" al salir,  al conocer mi voz a través del teléfono "¿eres María?", al confiar en mi criterio, al reír juntas, al llorar frente a mi.  Hasta en los desencuentros con los pacientes difíciles encuentro sentido en lo que hago, hasta en el domicilio incómodo de las 4 de la tarde que te pilla con lo puesto, hasta en ese caso que te estudias en tu casa con un café o comentas con tus colegas porque estás perdida.   

El color ha vuelto a la consulta y a mi vida, ahora puedo volver a dibujar.  El color ha pintado mis mañanas este mes y le ha dado el valor que merece mi profesión.  No puedo volver a perderlo en contratos en blanco y negro.  No va a ser nada fácil, pero MFyCs que estéis leyendo esto, tenemos que repintar la Atención Primaria y no pueden quitarle el color a nuestra maravillosa especialidad.

19/05/2022: Querido diario. Escribo hoy para despedirme de ti.

Querido diario:

Escribo hoy para despedirme de ti.  Termina esta aventura de ser MIR MFyC.  

Abrí las páginas de esta libreta por primera vez a los pies de una montaña.  Sentí la necesidad de hacer pequeñas paradas en la subida para contemplar el paisaje, para pensar en el camino recorrido y planificar el próximo paso.  Se me ocurrió que podía escribir todo eso que me iba sucediendo tan rápidamente, aprovechando para reflexionar un poco.  Se me ocurrió que podría crear dibujos que sirvieran de recuerdo de aquellos momentos que no se pueden capturar en fotos.  Ahora, desde la cima, me siento a contemplar un paisaje espectacular, que supera la expectativa que tenía cuando miraba desde abajo la tremenda montaña.

Mi tutora, AC, ha sido la mejor guía durante estos 4 años. Le agradezco que se haya mantenido siempre cerca, la motivación para seguir aprendiendo con ella y para apuntarme a todas las actividades que pudieran sumar, la confianza al dejarme su consulta, el respeto por mis descansos, la salvaguarda de mis responsabilidades, su esfuerzo por poner en valor lo que hacemos todos los días, el soporte firme en los peores momentos. Le agradezco la generosidad de dejarme aprender técnicas con las que aún no se había lanzado, que tomase decisiones que a veces sé que no eran su primera opción.    

Me descubro orgullosa cuando veo que hago algunas cosas igual que las hace ella, pero también me motiva saber que en algunos casos actúo o voy a actuar diferente.  He conseguido decidir cuál quiero que sea mi estilo.  Aunque haya muchas cosas que mi tutora ha dejado impresas en mí, también empiezo a tener una identidad como médica, y eso también es en parte gracias a ella.

Tengo la sensación de que ha ido tejiendo una bata como la suya porque conoce mis medidas, y que ahora me la entrega porque piensa que estoy lista para llevarla.  Cuando alguien te hace un regalo así no puedes parar de darle las gracias.

Mi centro de salud ha actuado como punto de encuentro.  Valoro, por encima de todo, su componente humano.  Está lleno de personas críticas y guerreras que sólo siendo como son me han enseñado a posicionarme. Además, se han involucrado personalmente en mi formación en muchos momentos, llevando comunicaciones a congresos, para hacer comunitaria, para facilitarme la consulta, para hablar de eso que me preocupaba...  Me han permitido participar de la vida interior del centro, creo que el equipo ha podido contar conmigo, saben quién soy y cómo soy (o más o menos 😛).  De alguna manera siempre le tendré un cariño especial a este barrio, a este centro, a esta gente... lo mismo que me despierta mi antigua casa o mi colegio de toda la vida. Y si me voy, lo echaré mucho de menos.

Fuera del centro he conocido a mucha gente en poco tiempo, muchos residentes.  Intenté seguir las luces de mis residentes mayores sin pisar sus sombras, y luego me esforcé en acompañar y estar disponible para los residentes más pequeños.    

Me alegra que hayamos compartido tiempo en congresos, cursos, guardias... pero también en fiestas, excursiones, viajes.  Hay coRs que saben que siempre podrán contar conmigo, algunos sé que siempre los tendré cerquita.  Hemos mantenido la promesa que nos hicimos al empezar "yo cuido de ti y tú cuidas de mi".  Les agradezco que hayamos creado pequeños oasis en medio de calendarios frenéticos: esos miércoles de cine, los desayunos antes de afrontar los cursos de los viernes, la caña improvisada porque alguien tiene algo que contar.  Hemos escalado juntas este MIR y por eso en ellas yo tengo un punto de apoyo, un refugio.  Están conmigo en la cima, estoy orgullosa de ellas, van a ser excelentes médicas de familia.

El hospital con sus guardias me ha enseñado muchas cosas, principalmente que soy capaz de tomar decisiones rápidas en situaciones estresantes, aunque pensé que no podría (los nervios de R1 no han desaparecido por completo, han madurado). Y aunque ahora me desenvuelvo con más soltura en lo que es agudo y grave, el espejismo de verme contenta en urgencias ya no me oculta que donde soy realmente feliz es en una consulta. 

Han sido 4 años de aprender sin parar, la progresión es increíble, poco tengo que ver con la persona que empezó esta aventura.  Intentando primero descubrir lo que es la Medicina de Familia, luego transformándome a mi misma para empezar a ejercerla, y finalmente, dándome cuenta de que, aunque la voy conociendo, me queda muchísimo por aprender y nunca dejaré de hacerlo.  He disfrutado cada etapa (AC me lo ha puesto fácil), y ahora confío en adquirir la experiencia que me falta en la independencia de mi consulta.

He de admitir que a veces he tenido la sensación de haber elegido una especialidad que no puede brillar ni lo hará en mucho tiempo porque no la dejan.  Carente de prestigio, objetivo de las criticas incluso las de sus propios impulsores... He visto las renuncias, los abandonos y la desesperanza de valiosos profesionales que ya no pueden más. Yo también tuve un momento de quiebro, de pensar en dejar la residencia y hacer otra cosa.  Pero si pensaba en repetir el MIR no veía otras opciones compatibles conmigo, y si pensaba en otras alternativas fuera, sólo la sanidad penitenciaria me llama con fuerza.  

Por suerte y con algo de ayuda, me recuperé pronto, y la propia consulta donde había tocado fondo me impulsó de nuevo hasta la superficie.  A pesar de todo, aún le veo la grandeza y el potencial a lo que hay dentro de la consulta, veo el cambio posible hacia fuera, tengo ganas de ser parte de ese cambio, tengo esperanza, mucha, y fe claro.  

Cuando, hace unos meses, pensaba en que mi residencia se acabaría, me decía: "repetiría el MIR y cogería otra vez MFyC si se pudiera".  Pero ahora tengo claro que quiero dar el siguiente paso, navegar yo sola me sigue dando vértigo y me ilusiona a partes iguales.  Nos adentramos solos en un mar de dudas, un océano de contratos, pero ya es hora de empezar la travesía, donde quiera que nos lleve.


La metamorfosis esperada de una médica interna residente en medicina de familia y comunitaria (MIR MFyC) es hacia una joven médica de familia y comunitaria (JMFyC).  Lo ideal sería que cuando por fin consigues tu especialidad, empieces a ejercerla tal como es.  Pero, siendo realista, eso no ocurrirá todavía.  Los contratos aún no se han ofertado en mi comunidad, no sé dónde iré, por cuanto tiempo, en qué condiciones...   Aunque hacen falta profesionales en todas partes y sobre todo en el medio rural, la precariedad está bien instalada aquí desde hace tiempo.  Probablemente seré una médica pegatina, que vaya de aquí para allá tapando los huecos, al menos por un tiempo.   


En cualquier caso intentaré ser la JMFyC valiente que me han enseñado que llevo dentro, esa que me he propuesto ser, vaya a donde vaya, esté donde esté.  

Mientras voy cerrando la última página de este diario pienso que quizá consiga una nueva libreta.  Quizá me siente delante de este océano a escribir antes de intentar atravesarlo.  Quizá la llame "Diario de una JMFyC".


Diario de una MIR MFyC

- por María Escori

14/05/2022: Enfermería familiar y comunitaria

Aunque AC y yo digamos a veces "hoy pasas la consulta sola", nos referimos a ese ejercicio de confianza que hace para que yo vaya cogiendo autonomía; porque yo sé que, "sola" no estoy nunca, justo en la puerta de al lado siempre tengo a Marta y Ana, mi equipo, dos enfermeras alucinantes.

He conocido a muchas enfermeras mientras rotaba en consultas de otros servicios, en la planta del hospital o en la urgencia...  Siempre me ha parecido que su trabajo es tan importante o más que el mío, pero hubo momentos en los que sentí que merecían mayor consideración.  En algunas consultas de otros especialistas llegué a pensar que podían ser personal administrativo que solamente organizaba la agenda, preparaba las historias y ponía los sellos.  En algunas plantas del hospital eché de menos poder "pasar planta" junto a ellas, y que la comunicación no se limitase a un excel de constantes vitales de todos los pacientes.  En urgencias muchas veces (aunque intento lo contrario) nos comunicamos con ellas sencillamente por las órdenes de un programa informático...  Cuando empecé a descubrir la enfermería de familia y comunitaria entendí que es un tesoro.

Durante un año he compartido puesto de trabajo con dos de esos tesoros, Marta y Ana.  Juntas somos lo que llaman la UBA (unidad básica asistencial) de nuestros pacientes. Trabajamos como las ruedas dentadas de un engranaje, si nos coordinamos no quedan huecos, ninguna interfiere en el trabajo de la otra, nos complementamos, nos amortiguamos, somos sinérgicas, a veces somos frente común. 

En la consulta programada ellas tienen un conocimiento de la cronicidad que yo no tengo, ellas acompañan y dan forma a los cambios que yo solamente alcanzo a proponer a nuestros pacientes, porque frases como: "indico perder peso, hacer ejercicio, implementar la dieta, educación diabetológica, instruir en autocuidados o empoderar a pacientes y cuidadores"; no tienen ningún sentido si solamente las escribo y no les pido ayuda a Marta y Ana.  Son auténticas expertas en todo lo que implica actividades preventivas, no hay duda sobre vacunación o programas de cribado que no me hayan resuelto, son gurús de las curas de heridas.

Compaginan esto con otro montón de habilidades técnicas que también llenan su agenda: las extracciones, los electros, las pruebas de detección del coronavirus, las campañas de vacunación, vías, suturas, vendajes... y un largo etcétera.

En la consulta a demanda atienden algunos procesos de forma autónoma, a veces nos tenemos que coordinar en el momento del diagnóstico o de la prescripción, pero la consulta compartida es una de las cosas que más me gustan.  Disfruto sabiendo que la puerta lateral de mi consulta puede abrirse en cualquier momento en cualquier dirección, para compartir una duda, para ver juntas al paciente, para simplemente estar tristes por ese paciente ingresado o echar unas risas por cualquier otra cosa.  Detrás de esa puerta tengo dos aliadas y espero haber conseguido que ellas vean lo mismo en mi consulta. 

24/04/2022: Vienen juntos Marina e Iván

Venían juntos a la consulta, casi siempre.  Pero el paciente siempre era Iván, aunque quien más hablaba siempre fue Marina, la quimioterapia le sentaba fatal a él, verlo empeorar la consumía a ella.   Vinieron a la vez, pero Iván se marchó mucho antes de lo previsto.

Marina lanzaba cientos de preguntas, las citas, la medicación, la dieta, el peso, las pomadas, la última analítica, el informe, oncología, los marcadores... pudimos contestarle casi todo, pero había respuestas que ninguno conocíamos.  Iván apenas nos preguntaba nada, pero cuando lo hizo nos dejó sin respuestas: ¿Cuándo mejoraré?, ¿me quitará el dolor esta medicación?, ¿estaré más fuerte?, ¿descansaré algún día?  No mejoró, el dolor le sorprendía a veces, perdió la fuerza poco a poco, se complicó y hoy ya descansa.

Recuerdo intentarlo todo para acallar las molestias que el cáncer le ocasionaba, recuerdo decirle que ahora el miedo y el dolor eran nuestro único enemigo, recuerdo callarme pensando "con el cáncer ya no podemos hacer nada" y tener la sensación de que me escuchase igual.  Recuerdo hablar de que las fuerza bajaría poco a poco, quitándole importancia al hambre y al peso, recuerdo sugerir que la familia estuviera cerca.

Un día Marina nos dijo que querían regresar a su país de origen para terminar allí esta historia.  Nos contó que era más fácil volver con Iván aunque apenas le quedasen fuerzas para subir al avión, porque no podría permitirse el precio de llevarlo fallecido.  Detesto recordar que no les dio tiempo.  Su historia terminó aquí, lejos de su tierra, complicándose en un hospital, él despegó sin ella.

Venían juntos, y ella siempre vendrá con él, nosotras somos sus médicas de familia.

29/03/2022: ¿Volverías a elegir MFyC?

Hoy voy a hablar de los R0.  Son médicos en la casilla de salida, aunque ya han logrado muchas cosas.  Han terminado la carrera y acaban de hacer el examen MIR.  Tienen que elegir cuál sera la especialidad en la que se formen los próximos años.  Tienen mucho que decidir y muchísimas preguntas que hacer.

Hoy estaba hablando con una compañera R0 que quiere elegir Medicina Familiar y Comunitaria (MFyC).  De repente me ha preguntado, ¿Volverías a elegir MFyC?

En ese momento me he bloqueado, me he dado cuenta de que 4 años se han pasado volando, de que no soy la misma persona.  De repente, mi yo de hace 4 años ha venido a mi memoria para pegar un estirón a mi camiseta, mirarme inquieta y preguntarme ¿lo volverías a hacer?

Y yo, mirándola, durante unos segundos no he sabido qué decirle.  He dudado.  Hoy me noto muy cansada, la consulta no parece tener fin por las mañanas, las guardias se van sucediendo muy rápido este mes, tengo trabajo que hacer por las tardes en casa, aún tengo tanto que estudiar... me noto muy cansada, pero algo tengo que contestarle.

Supongo que sí... ¿dónde si no voy a aprender la medicina de contacto, la medicina de escuchar, la que se cuela en una casa, en un piso o sale a la calle, la medicina de cuidar hasta el extremo? Creo que sí... ¿cómo elegir sólo una parte del paciente, cómo no revisar constantemente, cómo olvidar a su familia y su contexto?  Claro que sí... no hay otro sitio, no hay otro momento, no hay otra vía.  Aunque ahora la MFyC esté herida y cansada, algo tendremos que contestarle.

Sí, la elegiría otra vez.  Con la misma ilusión, las mismas dudas, pasaría otra vez por todo esto.  Pero quizás, antes de elegir, haría distintas preguntas.  Lo que en su día me pareció importante a la hora de escoger mi plaza MIR, 4 años después, no lo es tanto; y hay otras muchas cosas que no valoré y que creo que han sido fundamentales. 

Ya no me fijaría tanto en el cuánto: cuántos cursos, cuántos meses de rotación externa, cuántos residentes somos, cuánto sueldo, cuánta cirugía menor, cuánta ecografía, cuántas guardias al mes, cuánto dormimos, cuánto libramos, cuánta comunitaria...  

Hoy sé que haría una ruta por los centros de salud y pondría en el punto de mira a los tutores, preguntaría: cómo os mantenéis actualizados, cómo se organiza la consulta y el equipo, si tengo mi espacio, qué es lo que te ha llevado a ser MFyC y a ser tutor/a, si puedo quedarme una mañana a su lado.  

Sé que iría a la urgencia del hospital a preguntar: cómo son las guardias, cómo voy a aprender, quién estará conmigo, quizá me quedase una tarde...  

Sé que iría a la unidad docente y buscaría información sobre qué actividades promueven, cómo son los cursos, en qué momento, cómo puedo investigar, qué respaldo tendré si tengo un problema.  

Sé que asaltaría a un resi mayor que aún estuviera motivado para hablar a solas sobre lo que me preocupa, sobre luces y sombras.  Creo que yo también le preguntaría ¿volverías a elegir MFyC aquí?

Aunque ahora tengo buena parte de esas respuestas, nunca tendré la certeza de que mi elección fuese la correcta.  Pero, colega R0, yo creo que a riesgo de volver a equivocarme... elegiría otra vez MFyC aquí. 

19/02/2022: Incertidumbre para MFyCs funambulistas

Durante la carrera en medicina nos enseñan las bases teóricas de las enfermedades que luego vamos a ver reflejadas en nuestros pacientes.  Lo que no nos cuentan es que el reflejo de lo estudiado puede no parecerse en absoluto al texto del libro, a las diapositivas de la clase o a la pregunta test del examen.  No quiero decir con esto que sea menos importante conocer la teoría, quiero decir que es necesario presentarla de otra forma.

Cada tema empezaba por un título, tenía su principio y su final, las preguntas del examen tenían una única respuesta correcta.  Por desgracia, este escenario no nos prepara para enfrentarnos a las dudas y la incertidumbre que la realidad de nuestra profesión nos devolverá cada día.

Los pacientes no relatan sus síntomas ordenadamente y en términos médicos.  Y menos mal, porque escuchar sus propias expresiones es mucho más rico.  Encontrar los signos en la exploración puede ser una auténtica aventura.  No siempre puedes poner un título, no siempre tienes al alcance la respuesta, a veces sólo el tiempo puede poner orden, a veces es el único que cura.

Sería más sencillo atender a un paciente que nos dijera:

-    “Doctora, tengo un dolor opresivo centro torácico que me irradia hacia la extremidad superior izquierda, con cortejo vegetativo y que es constante desde hace 15 minutos. ¿qué cree que puedo tener? Yo dudo entre: a) neumotórax, b) ansiedad, c) infarto agudo de miocardio, d) todas son correctas”

Y tú contestarle:

- “¡Esta me la sé! ¡La C! ¡Tiene usted un infarto!

Y el paciente, impasible, podría continuar:

- “Estupendo, doctora, ¡ha acertado! Con esta sospecha ¿Cuál cree usted que sería la siguiente exploración a realizar? Yo pienso en: a) toma de constantes, b) electrocardiograma de 12 derivaciones…”

Y así encadenar preguntas y respuestas hasta que la ambulancia se llevase al paciente contentísimo porque su doctora lo ha acertado todo.

Pero, por suerte, no es así.  Este paciente de 80 años cuenta que esta mañana su hijo le ha dado un disgusto, y que desde hace un “ratico” empezó a notar una “quera”, más bien una “molestia” en el pecho, y se “fatiga”, y tiene “mala gana”.  Tú lo miras, lo ves con mal color y agobiado.  Le tomas las constantes, lo auscultas y le haces un electro.  Ves su bloqueo de rama izquierda que ya conocías, no te saca de dudas.  Le das su adiro y su cafinitrina mientras intentas tranquilizarlo.  Llamas a una ambulancia y a su hijo, procurando que al hablar nadie note tu inseguridad y tu miedo. 

Es mucho más complejo, pero es mucho más bonito. Dudas mucho, todos los días.  Tomas decisiones y asumes que manejas siempre probabilidades y casi nunca certezas.  Convives con la incertidumbre.  Estudias para poder acotarla, reducirla, sobrellevarla, sabiendo que nunca desaparecerá.   Te equivocas algunas veces, y aprendes a ser prudente en tus respuestas, humilde con lo que conoces y honesta con lo que no sabes.

En medicina, y sobre todo en una especialidad como MFyC, casi nunca pisas sobre seguro.  En la consulta, los MFyC hacemos equilibrios sobre la cuerda de lo que conocemos y manejamos, suspendida en el abismo de lo que aún está por descubrir y aquello que siempre será un misterio.  A veces siento vértigo, es normal.  Lo siento porque valoro mucho lo que hacemos, porque creo que conlleva una gran responsabilidad, porque en el fondo quiero ser una MFyC funambulista.



16/02/2022: R pequeño

El sistema MIR hereda la competitividad que generó la selectividad y luego la carrera en medicina, y a veces impera más la jerarquía que el compañerismo.  Es casi inevitable compararse con los coetáneos constantemente y es sencillo acomodarse tanto en la inexperiencia del R1, como en la autoridad del R4.  Es complicado entender que creceremos todos juntos a nuestro ritmo.  Pasamos de pequeños a mayores, cambiamos nuestro rol casi sin darnos cuenta.  

En este escenario, yo me hice R mayor el día que conocí a mi R pequeño.

Él es un MIR MFyC que empezó esta misma aventura, en el mismo centro de salud que yo, con la misma tutora que yo, un poco más tarde que yo.  Cuando llegó, yo quería contarle millones de cosas que iban a pasarle, quería darle muchos consejos que creía que le ayudarían a mejorar o a vivir más tranquilo, quise contar con él en todo lo que yo hiciera.  En el fondo, el cuerpo me pedía protegerlo, no sé muy bien de qué o de quién, me pedía estar "muy encima".

Supongo que los R mayores sentimos cierta responsabilidad hacia nuestros nuevos compañeros; porque queremos que pasen por la residencia más cómodamente; porque allanar el camino para que quienes vienen tras de ti tropiecen menos, valida de alguna forma tu propio caminar.

Pero lo cierto es que nuestros R pequeños no nos necesitan, mi R pequeño no me necesita para nada.  Él llegó con ilusión suficiente para los 4 años que tenía por delante, va descubriendo sus fortalezas y sus debilidades con el día a día, toma sus decisiones y cada etapa le va preparando para la siguiente.  Tendrá mil preguntas pero sabe perfectamente dónde ir a buscar las respuestas.  También sabe que si un día quiere preguntarme algo, sepa o no contestar, siempre estaré para escucharle.

A veces pisa donde yo dejé una huella, pero muchas veces no; y eso es lo que más me gusta de él.  Aunque coincidimos en la forma de entender la Medicina de Familia y Comunitaria, vamos juntos a los congresos y compartimos la curiosidad por la sanidad penitenciaria, también disfruto conociendo eso que nos hace diferentes.     

Mi R pequeño se convertirá dentro de poco en R mayor, será un placer estar siempre cerquita para verlo.



08/02/2022: Angustias

Hay nombres de pacientes que van asociados a una imagen, a un sonido, incluso a una sensación.  Hay nombres que, sólo con leerlos en la agenda, despiertan emociones. 

El nombre de Angustias me recuerda su silla a motor trayéndola hasta la consulta, me hace oír de nuevo su resuello interrumpiendo casi todas sus frases, me hace volver a sentir la complejidad que nos traía a la consulta desbordando nuestros tiempos.

Ella era una paciente frágil. Tenía una fragilidad visible que su silla suplía sólo un poco; y otras ocultas, que sólo podían escucharse en su relato.

Angustias vino hace varios meses a la ciudad.  Vino ella sola, dejó casa y familia, pero trajo un extenso historial médico y mucha medicación.  Su aspecto aparentaba más edad de la que constaba en su ficha.  Pronto supimos que había envejecido también todo lo que no se ve.  Sus riñones agotados, necesitaban diálisis cada 2 días.  Sus pulmones cansados la fatigaban con cada movimiento y aun sólo con hablar.  Su corazón latía en equilibrio inestable, indolente decidía frenar, empeorando todo lo demás.  Los fármacos que intentaban ayudarla, también la castigaban con sus efectos secundarios, incordiando a su estómago, provocándole caídas, sembrando moratones en su piel… 

A pesar de todo, venía con su “moto” a la consulta, tenía más energía en el alma de la que su propio cuerpo podía ofrecerle.  Y aun conociendo su vulnerabilidad corporal (sabíamos que podía darnos un disgusto cualquier día), estoy segura de que no nos contó todas las fragilidades interiores que la hacían llorar en la consulta con frecuencia, e hicieron que pasase sus últimos meses viviendo en un hotel, lejos de su tierra y de los suyos.

Angustias era una paciente frágil que hace unas semanas se rompió.  Y aunque no me sorprendió que ocurriese, porque mirarla era como mirar un vaso de cristal que rueda despacito hacia el borde de una mesa, cuando AC me dijo que había fallecido, sonó a cristales rotos y dolió como pisarlos.

Angustias ya no viene a la consulta, su nombre no aparece en nuestra agenda.  Por eso quiero dejarlo escrito en mi diario, a ver si así consigo que me traiga de nuevo a la memoria su imagen y sus ruidos, que vuelva un poco de esa compasión que despertaba, que de alguna manera se quede conmigo.

04/02/2022: Tutorías, una recomendación.

Las tutorías son esas reuniones que los MIR MFyC tenemos con nuestra tutora de vez en cuando, para ver qué tal vamos.  Oficialmente debemos tener una por trimestre y sirven para “revisar nuestro plan formativo”.

En mi unidad docente nos dan un formulario para rellenar con el tipo de reunión y los temas que hemos tratado.  Parece ser que hay muchas formas de tener una tutoría.  Puedes hacerla en el centro de salud, en la unidad docente, en un establecimiento donde podáis hablar, en una casa…   Pueden hacerse en cualquier momento, dentro o fuera del horario laboral.  Y pueden durar lo que estiméis oportuno, desde media horita hasta toda la tarde.  

Se pueden tratar muchas cosas importantes para los MIR:  las rotaciones, las guardias, las sesiones, los congresos, los cursos, la investigación, los grupos de trabajo, los problemas que surgen en el trabajo, la organización del calendario, los objetivos que se van cumpliendo y los que aún quedan por conseguir…  

Supongo que las tutorías se hacen a medida del tándem resi-tutor/a.  Confieso que inicialmente pensé que eran un incordio, luego vi cómo eran las nuestras, y ahora he de decir que las echo mucho de menos.  Fijar fecha y hora para dedicar un ratito a consolidar el tándem, es una gran inversión.

Si me preguntáis cómo hacemos las tutorías AC y yo… probablemente las hacemos regular. ¡Claro que revisamos mi plan formativo y rellenamos los formularios de tutorización! Necesito a mi tutora y sus consejos, y no puedo dejar que sean temas tangenciales que van saliendo en las mínimas pausas de la consulta.  Pero, por suerte, no sólo hacemos eso.  

Siempre que se puede, nuestras tutorías tienen lugar fuera del centro de salud.  Y es que parece mentira pero, si nos quitamos la ropa de trabajo, nos vestimos a nuestro estilo, nos tomamos algo (por mí, mejor que sea un buen vino) y nos sentamos fuera de la consulta... puedes ver mucho más que a dos médicas hablando, porque somos mucho más que eso.  Siempre que se puede, dejamos de mirar el reloj y la agenda.  Viene bien hablar sin prisas para no dejar nada en el tintero.  Y aunque a los MIR y a los tutores se nos da genial hablar de medicina, creo que es bueno cotillear un poco a veces para conocer algo que le gusta a tu resi y también algo que ilusione a tu tutora, algo que compartís y algo que os hace tan diferentes.   

Saltándonos todas las normas, a veces se cuela en nuestro tándem CCS, otro MFyC muy especial de nuestro centro de salud.  AC dice que es mi “tutor honorífico”.  Debe tener un poco de razón, porque él se empeña en seguir enseñándome cosas interesantes, y yo me empeño en hacerle caso.

En conclusión, creo que sabemos hacer muy buenas tutorías, pero también sabemos irnos juntas de congreso, quedar para comer, salir a cenar, ver una película, compartir música o lectura y hasta para probar un videojuego nuevo en realidad virtual (eso fue arriesgado). 

Ya veis que, aunque casi siempre cumplimos los objetivos de la tutoría, a veces nos salimos un poco del guión.  Pues bien, lo primero os lo van a solicitar, lo segundo os lo recomiendo yo. 



28/01/2022: Viernes de curso

Creo que mucha gente piensa que una vez terminas la carrera de medicina y haces el examen MIR se acabaron las palizas de estudiar.  Sin embargo, que nadie se lleve a engaño,  los médicos somos empollones a la fuerza y una parte bastante amplia del estudio se la llevan los cursos.  De esto precisamente quería escribir, de los millones de cursos que hacemos los MIR MFyC. 

El juego de los cursos empieza cuando abres la bandeja de entrada de tu correo electrónico.  Es como pulsar “start”, porque pueden aparecer casi en cualquier esquina.  No te das cuenta y de repente estás matriculada en uno nuevo, es alucinante.  De repente empiezas a ver “nuevo curso”, “abierta inscripción” y te das cuenta de que las sociedades científicas te los proponen, el colegio de médicos también lanza algunos, instituciones investigadoras de tu zona intentan que te apuntes y si algún laboratorio farmacéutico ha conseguido hacerse con tu mail ten por seguro que te mandará sus cursos y que ya nunca lo soltará.  Pueden ser cursillos, webinares, temas online, clases presenciales, muy cortos, muy largos, algunos son gratis, otros de pago, unos hablan de aspectos de la MFyC súper prácticos e interesantes y otros son tan específicos y aburridos como imagines.  Cuesta un rato encontrar ese que vale la pena.

Con o sin mucha idea entras en este juego para ganar puntos.  Va en serio, te apuntas a muchos cursos que ni siquiera te interesan para ganar puntos, créditos, méritos, como conchas los quieras llamar.  Se te olvida que estaban hechos para aprender, tú sólo los coleccionas para pasar a la siguiente fase.

Pero todo esto no puede distraerte de la misión principal, y es que hay un programa de cursos obligatorios por ser MIR de tu hospital, y cuando eres MIR MFyC tienes también un buen puñado de cursos, de nuevo obligatorios.  De hecho, prácticamente todos los viernes durante mi último año de residencia he tenido mañanas de curso en mi unidad docente, con todos mis compañeros.  Es como volver al cole, te sientas en el pupitre, tomas apuntes y hasta te mandan deberes y trabajos en grupo.  Cuando los temas son interesantes agradezco la oportunidad de aprender así, pero hay otros ratos en los que sencillamente hago dibujos, pues eso, como en el cole.

¡Ah! Y cualquier colega que se entere de algún curso nuevo interesante lo compartirá contigo por whatsapp.  Es muy frecuente que ante cualquier tema de conversación que tengas con ellos oigas “pues hice un curso sobre eso y…” y tú pienses “seguramente yo lo he hice también y no me acuerdo”.

A veces el juego se complica porque, en un innecesario alarde de capacidad y de afán por los dichosos puntitos; los MIR nos apuntamos, motu propio, a cursos a lo bestia que nos requieren mucho tiempo y esfuerzo. Los llamamos másters, expertos, diplomados.  Apuntarte es como subirle la dificultad al juego, porque sí, porque lo fácil ya lo tienes dominado y valoras lo justito tu tiempo libre.

Pero el jefe final de los cursos es el doctorado, los que han jugado me han contado que: o acabas con él o acaba contigo.

Si pudiera volver a empezar la partida de los cursos jugaría mejor.  Haría solamente esos que me aportan información de valor y de calidad para hacer mejor mi trabajo, no les daría prioridad sobre otras cosas que también tengo que aprender, no perdería el tiempo recolectando puntos.  

Y acabo ya la entrada que creo que el profe me está mirando... 

27/01/2022: F y L, mi unidad docente

Recuerdo que cuando me decidí a escoger Medicina Familiar y Comunitaria descubrí algo que, a priori, no me pareció tan importante como ahora sé que lo son, las unidades docentes.  

La unidad docente es la responsable (junto con los tutores) de que los MIR MFyC como yo, no sólo aprendamos, si no que aprendamos bien, y cumplamos el programa de la especialidad.   Por eso es otra de esas preguntas que tienes que hacer antes de coger tu plaza en un sitio o en otro.  Y no es tanto porque que haya unidades docentes muy buenas o muy malas, en absoluto.  Lo que de verdad debe preocuparte es que la que elijas sea capaz de cumplir tus expectativas.

A la unidad docente puedes pedirle muchas cosas, siempre y cuando entiendas que debes hacerlo con responsabilidad, te estás formando mientras estás trabajando.  

Pídele que sea un poco exigente pero muy comprensiva, porque vas a vivir tantísimos cambios en cuatro años que desestabilizarte es relativamente sencillo.  Pídele que te de oportunidades (que te informe de cursos, que te prepare formación interesante y de calidad, que te lance a plataformas de investigación, que te facilite la asistencia a los congresos) pero que lo haga desde el respeto a tu libertad.  Pídele que mantenga la puerta abierta, que siempre que tengas una propuesta que hacer, una motivación, una ilusión que contarles, puedas hacerlo sabiendo que es posible conseguir un "sí, adelante".  Pídele que defienda siempre tus derechos, que no deje que ninguna institución, ni el hospital ni el centro de salud sean los que marquen tu hoja de ruta, que no acepte fácilmente el argumento de "necesidades del servicio".  Pídele que cuente con tus compañerosy contigo para decidir, y que cuando tenga que tomar una decisión difícil sea transparente con vosotros.  Pídele que se mantenga cerca de todos sus residentes porque, a veces, quien menos se hace de notar es quien más ayuda precisa.

Mi unidad docente actualmente la componen F y L, pero ellos se hacen llamar UDOMFYC.  A pesar de ser responsables de nuestra formación en atención primaria, están metiditos en un agujero del hospital de referencia.  Pero tranquila, estarás en contacto e irás a verlos con relativa frecuencia.    Cada año de la residencia tiene sus particularidades, sus infinitas tablas de excel para organizar tu tiempo, sus eternos cursos, y sus extensos papeleos.  

En realidad, la súper secretaria (L) me salva la vida cada vez que no entiendo cómo solicitar un permiso, me equivoco en completar algún formulario, me falta algún papel por entregar o estoy a punto de olvidar algo pero recibo un correo recordatorio... recuerdo con cariño que cuando la pandemia empezó, L nos mandaba esos mails llenos de palabras de ánimo.

En realidad el jefe ahora es F.  Creo que F piensa que soy un poco rarita porque a veces le pido cosas tan extrañas como rotar en la cárcel, o solicito unos días para ir a dibujar a congresos de medicina gráfica...  Es un maestro de las tablas Excel, los formularios y los calendarios, de hacer con todo encaje de bolillos para que cada uno esté en el lugar que le corresponde en cada momento.  Aunque he de decir que la antelación... no es su fuerte, a veces quiere las cosas para ayer y nos vuelve un poco locos.

F no siempre te contesta lo que te gustaría oír, pero estoy segura de que siempre te escucha; y es que no es fácil hablar desde donde él se sienta.  Lo que sí sé que hace es leer mi diario, cotilla también es un rato.  

¡Saludos UDOMFYC!

15/01/2022: Se me agota la cuerda

¿Tú también tienes la sensación de llevar una palomilla a la espalda? La mía gira y gira durante la mañana en la consulta y se lleva mi energía poco a poco.  Normalmente sigue girando hasta el anochecer pero algo está cambiando desde hace dos semanas.  La agenda casi ha duplicado su tamaño, las citas superan los 60 pacientes muchos días y buena parte de ellas son casos COVID leves y bajas laborales.  Hay poco de MFyC en todo esto, hay tanta burocracia y datos innecesarios que la palomilla gira mucho más rápido dejándome en el cuerpo frustración, estrés y agotamiento.  Se me acaba la cuerda mucho antes de lo previsto, y sin embargo sigo trabajando varias horas, sin ánimo, sin energía, sin parar, sin paciencia.

Sobre las 15:30 o 16:00 como pronto,  salgo del centro de salud con sensación de no haber terminado del todo, aunque haya trabajado más que nunca.   Mientras vuelvo a mi casa caminando pienso en cómo volver al día siguiente, ¿de dónde saco yo la cuerda que me falta? 

De repente pienso en Petra y en esos pacientes especiales que vienen a consulta y traen su luz en medio de esta niebla de pandemia.  Entonces, noto como la palomilla empieza a girar en sentido contrario.  

Pienso en pacientes como Iván, que aún necesitan venir a la consulta porque se avecina su despedida y eso no puede esperar a que esta ola de COVID pase.  La palomilla sigue cargándome por dentro. 

Pienso en mis compañeros, en mis tutores y en tantos MFyC que a pesar de todo siguen acompañando a sus pacientes y sacan energía de la nada.   De alguna forma también yo puedo hacerlo, girar mi palomilla.  

Pienso en la medicina que deseo, una que ahora es imposible en ningún sitio, que ahora se ha ido lejos.  Pienso que sólo puede aparecer en esta consulta y no quiero perdérmela si vuelve.   

Y cuando llego a casa, cansada de pensar, acaban por darme la cuerda que necesito la música, el dibujo y tantas otras cosas y personas.  Porque por suerte no soy sólo medicina.

Así consigo tener cuerda suficiente para ir al centro de salud al día siguiente, lista para dejar que de nuevo se me gaste.  Así un día tras otro porque aquí apenas nada cambia, pero yo sí que cambio y ya no quiero ser este juguete a cuerda.  Cada día tengo más claro que esta no es la MFyC que todos quieren y que habrá que luchar para proteger la que aún nos quede, y para construir la que soñamos.

08/01/22: El EPI nos persigue

Hace unos días salí de guardia del hospital después de pasar 12 horas en el área COVID.  La llamamos “unidad de apoyo” de una forma poco acertada, porque eso es precisamente lo que nos haría falta, apoyo.

Mi look de trabajo cambia por completo, el EPI me ha atrapado.  Mi pijama blanco se esconde bajo una bata azul impermeable, doble guante de látex, doble mascarilla (FFP2 y quirúrgica), casco verde con pantalla transparente que solo deja ver que hay unos ojos cansados ahí debajo.  Más parezco una astronauta que intenta comunicarse con sus pacientes a 2 metros de distancia, que la MFyC que quiero ser…  

Encerrada en una consulta dedicada a pacientes con sospecha o diagnóstico de coronavirus sin signos de gravedad, que probablemente debieron aislarse y no acudir a verme urgentemente.   Son siempre las mismas preguntas “fiebre, tos, fatiga, desde cuándo, vacunación, resultado del test rápido, saturación, auscultación, aislamiento, paracetamol…”  Ya no parezco una astronauta, soy un robot.   

Mientras me quito el EPI pienso: “no me gusta esta forma de trabajar, no me gusto debajo del EPI, no les gusta la atención que les damos, son demasiados, somos muy pocos y mal organizados, necesitan información fiable, necesitamos respaldo, están enfermos, estamos agotados… No podemos más, no puedo más”.

Al salir del hospital me doy cuenta de que me pican mucho las manos porque quizá las haya limpiado más de 100 veces, he sudado en invierno más que en verano, me duele la cabeza como si todavía llevase puesto el casco, me lloran los ojos, tengo la cara roja y marcas que me escuecen detrás de las orejas lleve una o dos mascarillas.  De camino a casa me entra la tos y me descubro deseando que “solo” sea el asma.  

Al día siguiente en el centro de salud me espera una consulta infinita inundada de COVID.  Me rodean tantos sanitarios que se ahogan… Llevan demasiado tiempo cogiendo aire cuando baja la marea y aguantando la respiración bajo la ola.

La pandemia ha marcado mi MIR MFyC, la mascarilla queda en mis dibujos para que nunca se me olvide, porque las olas se siguen sucediendo y yo nado pensando que ojalá pudiera vestir sólo pijama blanco, romper los protocolos COVID y aprender otras cosas,  dejar de posponer “para cuando esto pase”, conocer la nariz de mis pacientes y que ellos conocieran mi sonrisa,  estrechar el contacto con mis coR y dejar de pensar en “contactos estrechos”,  que el centro de salud no hiciese aguas, vivir la MFyC como era antes.



23/12/2021: Cuidados paliativos

La entrada de hoy va dedicada a los cuidados paliativos y lo importantes que son para los MIR MFyC como yo.  Quiero que quede constancia hoy en mi diario, pero espero acordarme todos los días.

Mi primer contacto fue en la universidad, por elección propia, "cuidados paliativos" fue una optativa de 5º de medicina. Tuvimos un profesor brillante, ECG, que hablaba de acompañar pacientes, de formas de morir y muerte digna, de etapas de duelo, de familias que cuidan, de casas, también de dosis y de vías de administración, de efectos secundarios, de olvidar el diagnóstico y mirar a los síntomas, de últimos días, de ética... Nos descubrió a Cicely Saunders y su "velad conmigo".   He rescatado sus apuntes, son los únicos de la carrera que he vuelto a abrir.

Un año después hice mis prácticas con CCS, un MFyC que me hizo muchas preguntas que me ayudaron a situar los cuidados paliativos como una prioridad de casi cualquier médico, pero sobre todo, del médico de familia.  Cuando ya no hay nada que curar hay mucho que cuidar, y cuidamos hasta el final.  Si antes había evitado hablar de lo inevitable, con él, la muerte no parecía un tema "tabú".  Años después, viendo que sigo haciéndome preguntas, me regaló "Ayudar a morir" de Iona Heath.

Siendo MIR, durante mi rotación con el Equipo de Soporte de Atención Domiciliaria (ESAD), me enseñaron a poner en práctica todo lo anterior, le perdí el miedo a la vía subcutánea y a la morfina, también a comunicarme con personas que van a fallecer, parecía fácil, pero no lo es.  Rotar con profesionales que dedican todo su tiempo a llevar a las casas los cuidados paliativos es un lujo, una oportunidad. Me dejaron una lista tan larga de libros que aún intento terminarla, pero "Ser mortal" de Atul Gawande, ha hecho pódium.

Y ahora, en la consulta con mi tutora, AC, aprendo a priorizar estos pacientes.  Ella tiene claro que a veces significa dejar la consulta cuantas veces sea necesario para ir hasta sus casas,  significa estar en estrecho contacto con sus familias, a veces salir tarde, a veces salir llorando.   AC me dijo que leyese "Martes con mi viejo profesor" de Mitch Albom, en ello estoy.

Hace unos días CUSIRAR (Asociación aragonesa de Cuidados Paliativos), me concedió un premio en su concurso de dibujo "el arte de cuidar al final de la vida" y se lo agradezco mucho. 

Creo que donde quiera que nos posicionemos y seamos profesionales, pacientes, familiares, vecinos... tenemos que hablar más sobre cuidados paliativos, atención en los últimos días, sedación paliativa, buena muerte y muerte digna, porque son parte de nuestras vidas.  Así que gracias CUSIRAR por tomar parte activa en informar y divulgar sobre ello, por vuestro trabajo, por el concurso y por el premio.  

Gracias tutores por enseñarme su valor prioritario e irrenunciable en nuestra especialidad y por la idea de presentarme al concurso.  

Y gracias familia porque a mi padre y a mi tía les debo la destreza con el lápiz, a mi madre y a mi abuela la infinita provisión de papel y pinturetas, y a mi marido el aguante de verme absorta dibujando tantas noches...  Gracias a todos.

15/12/2021: ¡Esta gente es alucinante, déjenlos pasar!

Ayer estuve de guardia en el 061, en una de las bases donde tienen unidad medicalizada de emergencias (UME).  Significa que cuando el centro regulador llama porque alguien necesita ayuda,  salen pintando juntos en la ambulancia conductor, técnico, medico y enfermero; y hoy voy yo también a la aventura.  

La verdad es que cuando oigo que nos llaman, me noto temblar por dentro porque algo muy serio ha podido ocurrir.  Hay palabras que me anudan la garganta: convulsión, tráfico, inconsciente, accidente, parada... 

Subo corriendo a la ambulancia.  Me siento, me pongo el cinturón y no puedo evitar mirar nerviosa a mi alrededor.  En muy poco espacio hay millones de cosas que conocer, repaso mentalmente lo que nos hace falta en este caso.  Hay medicaciones en cajitas, sueros en las neveras, hay cables, sondas, tubos con una organización impecable, hay aparatos que cuelgan de las paredes (monitor, ventilador, aspirador...) y collarines, vendas, sillas... Todo traquetea cuando la ambulancia sale a toda velocidad y ya no me concentro.  Luces y sirena mediante, consigue que mi sensación de mareo se desmadre.  Por suerte, llegamos enseguida.

Al salir de la ambulancia el escenario puede ser cualquiera, y eso me inquieta.  Podemos estar en un pueblo, en una casa, en un local, en una residencia, en medio de una calle, en un bar, en plena autopista.  Cargamos las mochilas y lo necesario, y corremos donde estén las personas que necesiten ayuda.  

El trabajo en equipo es alucinante, es un engranaje veloz donde todos saben cual es su función.  Todos colaboran y en un momento el paciente puede estar lleno de cables, con una vía puesta, estabilizado y con mas o menos idea de lo que le ocurre.  Las decisiones se toman en cuestión de segundos, me parece admirable la serenidad que transmiten delante de la situación más dura... Yo me vuelvo pequeña cuando tengo el corazón tan encogido.
Intento seguir el proceso, participo en lo que puedo, y siempre procuro aprender por si un día me encuentro una emergencia y estoy sola.

Finalmente el paciente se traslada al hospital si es necesario y con él que vamos de nuevo a la ambulancia.  De vuelta hacia la base me esfuerzo por recuperar todo lo que acabo de ver porque ha ocurrido muy deprisa.  Si pudiera sacar la cabeza por la ventana de la ambulancia no harían falta sirenas, iría yo gritando "¡esta gente es alucinante, déjenlos pasar!" 

11/12/21: Escribiendo la historia de Adán

Hace unos días estuve de guardia.  La policía trajo de madrugada a Gema, de 23 años, hasta las urgencias del hospital.  

Tenía que verle un compañero que hace pocos meses que empezó a trabajar.  Leyó el motivo de consulta de Gema e inmediatamente vino a preguntarme qué hacer.  En triaje (el primer lugar donde enfermería pregunta algunas cosas al entrar en el servicio de urgencias), anotaron que tenía patología psiquiátrica, que por eso venía, que respondía al nombre de Adán, que no tardásemos en atenderle.

Le recomendé mantener la calma, lo primero era preguntar al paciente, pero entendí por su gesto que era un reto importante y me ofrecí a valorarle juntos.  Mi compañero desapareció; finalmente entendí que aquel caso era para mi.

Abrí la puerta del box, enseguida entendí que Adán era un chico que estaba sufriendo muchísimo.  Me acerqué a él, estaba hecho un ovillo en la camilla, cerrando los ojos con fuerza, huyendo del resto del mundo.  No lloraba, pero la humedad de su mascarilla decía que lo había hecho ya.  No hablaba pero la tensión de su cuerpo gritaba en su nombre.

“Adán… soy María, la médica. ¿Quieres contarme algo de lo que ha pasado?”  No contestó pero me miró al escuchar su nombre, un poco extrañado.  “Adán, puedo ayudarte, si tú quieres.  Voy a hacerte preguntas, puedes contestar tranquilo, mi obligación es no contárselo a nadie”.

Y por alguna extraña razón, tras 3 o 4 preguntas sin respuesta, empezó a contestar y confió en mi.  No quería vivir, no tenía fuerzas para seguir gritándole a la gente que Gema nunca existió, que Adán es quien tienen delante ahora.  La frustración le obligaba a llorar todos los días, trataba mal a las personas que más le querían, se hacía cortes, sentía incomprensión allá donde iba, incomprensión incluso por su propio cuerpo, vergüenza muchas veces, soledad en medio de mucha gente.  Las drogas estaban a su alcance desde hacía meses y le permitían olvidarlo todo a ratos, hoy había pensado que quizá podría olvidarlo todo para siempre.  

Después de aquella conversación tenía que explorarle.  Fue muy duro porque ni él mismo se sentía cómodo tocando su cuerpo y ahora tenía que hacerlo yo.  Palpé su abdomen mientras evitábamos mirarnos, aún así podía notar su incomodidad y su desprecio.  Decidí auscultarle sin quitar la venda de su pecho, seguí sin mirarle, noté por su respiración que tras aquel mínimo gesto de comprensión, los dos nos sentimos mejor.

Le dije que pasaría la noche en observación para que al día siguiente pudieran valorarlo los compañeros de Psiquiatría.  Me sorprendió diciendo: “vale, pero ¿estarás tú o tendré que repetirles todo?”.  Cuando le expliqué que yo registraba todo en la historia clínica porque mi turno de trabajo terminaba, me miró y me dijo muy serio: “pues antes de irte ya puedes escribir mi historia de puta madre” y se sonrió.   

Su relato y su exploración quedaron en el informe, intenté hacerlo bien y, a la mañana siguiente yo me fui a dormir, y luego comprobé que él se fue de alta más tranquilo.  Nunca sabrá que queda escrio también en mi diario, que su historia es ahora parte de la mía, y creo que nos ha quedado “de puta madre”.

24/11/2021: Los olvidados como Lorenza

Lorenza es muy muy mayor y la han traído a urgencias.  Sé que su corazón también es anciano y a veces se cansa, su piel se ha arrugado y ya no la protege del frío, ahora la debemos proteger del roce, su mente hace tiempo decidió deshacerse de todos sus recuerdos y poco a poco hizo que Lorenza se olvidase de caminar, de comer, de hablar...   Viene sola.  No tengo más información que la nota que trajo la ambulancia desde la residencia de ancianos donde vive, dicen que ha estado somnolienta, nada más.  

Me acerco y se despierta, me mira y aunque no me puede decir nada, sus ojos me cuentan que tiene miedo, mucho miedo.  Está en un lugar desconocido, con personas que visten de blanco y van corriendo a todas partes, con muchos sonidos metálicos, ruidos de camillas y puertas, y monitores que pitan.   Sé que tiene miedo, yo también lo tendría.   Pienso que igual no merece la pena que le explique que voy a explorarla, que van a pincharle en el brazo y que le dolerá, que van a llenarle el pecho de pegatinas pero que eso no duele, que la llevarán a otra sala para hacerle una placa del pecho y del abdomen, y que van sondarla para coger una muestra de orina, y no le va a gustar.  No me va a entender cuando le diga que tiene que quedarse aquí esta noche; aunque me presente no recordará mi nombre ni mi cara cuando me de la vuelta; pierdo el tiempo preguntándole si le duele algo.

Me acerco un poco más y toco su brazo casi sin pensarlo.  Lorenza lanza un gruñido, creo que grita "¡mamá!", y entonces... lo entiendo todo.  Yo también busqué a mi madre cuando de niña tuve miedo.  Le digo al oído que "soy María" y con cuidado voy enseñándole mis manos que van a palpar su abdomen, le muestro mi fonendoscopio que buscará los ruidos de su pecho y decido explicarle lo que vamos a hacer, no sé si me entiende pero creo que le gusta oír mi voz.  

Por un momento pude ver en ella a mi abuelo, él también se olvidó de mi.  Recuerdo echarle de menos aún cuando lo tenía al lado, recuerdo que él también tenía miedo incluso en su propia casa, recuerdo como lo cuidaban sus hijas, la inmensa paciencia de repetir las cosas, y sé que ese cariño nos lo devolvía durante algunos instantes en los que parecía acordarse de todo y rompía a llorar.   Entonces le prometí a mi abuelo que yo no alimentaría el miedo que ya tienen los pacientes con demencia avanzada, que a todos me acercaría con cuidado y a todos diría mi nombre.   Abuelo, no imaginas lo mucho que me has enseñado, aún sin estar conmigo, aún sin acordarte de nada.   Muchas gracias.

21/11/2021: Educación para la salud a través de Cristal

Hoy os presento a Cristal.  Forma parte de esos MFyC especiales que conozco, forma parte de un grupo que se ha puesto el alias de "empastillados", donde yo también intento echar una mano.

Se dedican a algo que llamamos "educación para la salud".  En realidad es comentar con las personas, con los pacientes, aspectos muy relevantes de su salud.  Los "empastillados" se han propuesto conversar sobre medicamentos, algunos como el omeprazol, el ibuprofeno y la amoxicilina sirven de ejemplo para valorar sus riesgos y beneficios, su uso prudente, su lugar en el autocuidado y en los determinantes de salud, y de allí a la alimentación, el ejercicio, el sentido más amplio de salud...  Han entendido que el formato de "soltar la chapa" no siempre es el más adecuado, han diseñado dos coloquios a los que un día puedes estar muy invitado; los llaman "medicamentos, los justos".

Un grupo de personas viene al centro de salud un par de jueves, sabemos sus nombres, contamos con ellos y participan en la dinámica del coloquio que a veces cambia alguna opinión, otras las afianza y siempre esperamos que sea compartida en sus entornos.  

Lo que hacen es valiosísimo, invierten buena parte de su tiempo y de su esfuerzo, pero lo dan todo gratis. Han tenido que reservar la sala, revisar el material porque el mensaje tiene que quedar claro,  preparar las fotocopias, llamar a los invitados, traer el ordenador, probar las conexiones, que todo esté preparado antes de que lleguen...  

Y yo no sé de dónde saca Cristal el tiempo y la energía.  No sólo es una gran "empastillada", además se compromete con los pacientes crónicos complejos para asegurar la calidad, controla la ecografía, enseña a los estudiantes la esencia de la medicina de familia, comparte siempre, ya sea ciencia, música o astronomía.  Ahora parece entusiasmada con un nuevo enfoque del dolor crónico... ¡creo que estudia hasta dormida!  Algún día la he visto cansada, pero jamás rendida.   Las más grandes médicas se esconden en las consultas más pequeñitas.

12/11/2021: La médica que se olvidó las gafas

Los MIR MFyC aprendemos muchas cosas a través de la observación.  Constantemente vemos actuar a médicos de otras especialidades, tutores, MFyCs, compañeros residentes, leemos lo que otros médicos investigan y descubren… y vemos muchísimos pacientes. 

La observación deja en nosotros impresiones subjetivas que son importantes y ocurren a diario.  Para observar mejor, yo llevo gafas.  Solamente las uso para estudiar, leer o utilizar pantallas, porque con ellas todo es mucho más nítido.  ¿Debería llevarlas en la consulta también?   Tengo la impresión de que todos llevamos nuestras propias gafas al trabajo.

Creo que a veces los MIR nos equivocamos sin darnos cuanta, dejamos nuestras gafas a los residentes con menos experiencia. Lo hacemos siempre con la mejor intención.  Queremos ayudarlos a distinguir bien el camino, a ver venir la tormenta con la que nos mojamos, la piedra con la que tropezamos, el sol que nos quemó.   Lo llamamos “consejos de R mayor”.

Nuestros mayores nos dejaron también mirar a través de sus gafas.  Vimos las rotaciones, las guardias, la organización… Vimos a los jefes, a nuestros compañeros, a los adjuntos, a veces también a pacientes que otros ya habían mirado.   Pensamos que podíamos ver nuestro futuro, pero sólo era el presente de otra persona, una mirada heredada.

Llevar las gafas de otra persona tiene sus riesgos.  Puedes perder matices, olvidar colores, distorsionar tu realidad, incluso marearte un poco. 

Nuestros pacientes merecen una mirada sin filtros, sin arrastrar diagnósticos y etiquetas eternos, sin prejuicios, merecen nuestra propia opinión, partir de cero de vez en cuando.   Nuestros compañeros merecen la oportunidad de trabajar juntos, debemos intentar descubrirnos siendo equipo.  Las rotaciones a donde vamos deben ser un escenario donde aprender, de donde extraer mucho o poco para llevar después a la consulta.  Los adjuntos, los MFyC, los médicos con quienes nos toca compartir consulta o urgencia, casi siempre tienen algo que enseñarnos, si les dejamos, casi siempre algo valioso que procuraremos reproducir, otras veces lo que debemos intentar evitar.

Por eso creo que lo mejor que puedo hacer es llevar mis gafas al trabajo, y lo único que puedo decir a los residentes que empiezan con ilusión sus proyectos es que, cuando los residentes mayores ofrezcamos nuestras gafas, echen un vistazo rápido y vuelvan a ponerse las suyas.   Es decir, querido R pequeño, escúchame pero no me hagas demasiado caso, que sólo tu experiencia conforme tu mirada.

09/11/2021: Mi resigráfica

Sin que nadie me lo haya pedido he decidido hacer un análisis de situación.  Parece que cuando nos dejamos conducir por la inercia del día a día viene bien resituarse, respecto al pasado, en el presente, con vistas al futuro.  Eso he intentado y como soy de naturaleza visual, hice una gráfica que llamaré "mi resigráfica".

En cualquier proceso académico, laboral o vital que experimento, puedo distinguir las etapas que se van sucediendo, en el caso de esta vía MIR están incluso marcadas por los años. 

El primer año lo llamamos R1.  Es un comienzo, plagado de presentaciones y muchísimas caras nuevas de compañeros, tutores, médicos, pacientes... Nuevos escenarios, centro de salud, hospital, urgencias.  Creer que necesitas un mapa a cada paso.  Pero está marcado por la ilusión y el entusiasmo.  En mi caso se inició desde 0, ninguna experiencia laboral previa, a la espalda mucho estudio pero poca práctica y la sensación (muy real) de "todo por aprender".   Fui entendiendo algunas cosas sencillas y cualquiera de ellas suponía un avance tremendo; de no tener ni idea, a saber sólo un poco el cambio es abismal.  Nunca me sentí sola porque nunca lo estuve, los R1 siempre tienen alguien con experiencia muy cerquita, supervisando.

El segundo año es lógicamente el R2.  La sensación al empezar es la de soltarse de la mano.  Aunque no estaba sola sentía que la responsabilidad se subía a mis hombros y la supervisión se volatilizaba.  Seguía aprendiendo mucho, con más esfuerzo pero muy buen ánimo y de repente... una pandemia nos puso del revés a todos.  Volvimos al centro de salud pero ya no era el mismo.  Se me olvidó aprender, estuve enferma, muchos lo estuvieron, y en pocos meses entendí que sobrevivir implicaba un compromiso, recuperar el tiempo robado.   Y con esfuerzo titánico creo que lo conseguí finalmente.

Llegó el tercer año, el R3.  Llevaba dos años fuera del centro de salud, rotando por el mundo del hospital y las consultas de otras especialidades, aprendiendo despacio.  Echaba mucho de menos la MFyC (Medicina Familiar y Comunitaria), sólo pensaba en volver a mi centro de salud.  Y volví, y me choqué con una agenda a doble cara que en ninguna otra consulta había visto, un programa de ordenador indomable que me hacía y me hace rabiar, restos de pandemia sobre la mesa y el teléfono, una tutora contenta de tenerme con ella, tantos pacientes por conocer, algunos MFyCs por descubrir.

Sin darme cuenta era y soy R4.  Estoy en la mitad del último año y el tiempo se ha detenido en una espiral de consultas a rebosar y guardias que ya no dan tregua.   Sobrevivir a la consulta, reponerme de las guardias son mis objetivos, disfrutar durante el poco tiempo libre que tengo es el capricho que me doy,  aprender huyó a un segundo plano hace unos meses.  

Perseguir la excelencia en lo que hacemos parece agotador, yo creo que es un mito o al menos está al alcance de muy pocos.  Diariamente se hace duro elegir "entre lo bueno y lo perfecto", aunque la elección es clara cuando se hace sin tiempo, sin fuerzas, a veces sin dormir.  

Quizá debería ajustar mis expectativas a mis posibilidades, o quizá con esfuerzo pueda ser algún día tal y como me sueño.  Nada hay escrito sobre cómo será mañana, cualquier momento es bueno para escribir mi propia historia, cambiar mi "resigráfica". 



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