30/05/2021: Conociendo a Dan

La otra noche, en una de mis guardias de Pediatría (noches de hospital infantil, de atender a pacientes desde 28 días hasta 14 años de vida, de lloros, de mocos, noches que a veces me regalan un dibujo abstracto, a veces me hacen dudar si no hubiera sido una pediatra feliz, a veces son noches de anticoncepción infalible).  Bueno, en mi última aventura con los pediatras, conocí a Dan.

Dan es un niño de ocho, ocho, ocho, ocho años, que no sonríe, no te mira, habla muy poco y se porta genial.  Dan viene por tos, tos, tos, tos, desde que esta mañana salió de su colegio de educación especial.  La madre de Dan me lo cuenta todo y yo me pongo mi EPI para escuchar cómo funcionan los pulmones de Dan y verle la garganta.

A Dan no, no, no, no le parece una buena idea y menos con las pintas que llevo.  Sentado en su silla está ocupado contando todas las cosas que tengo en el box, cuenta hasta llegar a cuatro, cuatro, cuatro, cuatro, porque es su número favorito.  Todo lo que dice lo repite cuatro veces porque creo que a él le suena muy bien así y yo me entero mejor.

Dan nunca se quita la ropa, "no toques el rojo" me dijo agarrándose la camiseta de ese color.  Al intentar colocarme cerca para negociar con él... rocé su zapatilla.  Enfadado y lloroso me aclaró "ya vale, ya vale, ya vale, ya vale".

Su madre me explicó que Dan sabía de sobra lo que iba a pasar: conoce la exploración al dedillo, pero Dan no tiene un pelo de tonto, tiene un TEA (trastorno de espectro autista) y tiene muy claro que hay una forma de hacer las cosas que va más con su estilo. 

"Así, así, así, así", cogió mi fonendo y lo fue colocando donde se escuchaba perfectamente su corazón y sus pulmones, y donde no llegaba a colocarlo, su madre le ayudaba con cuidado.  Cogió el otoscopio y lo puso en sus oídos, luego me dejó manejarlo para ver ese tímpano brillante, abrió la boca mirando al techo para ver esas tremendas anginas inflamadas y al cerrarla dejó claro de nuevo "ya vale, ya vale, ya vale, ya vale".

Pues sí Dan, ya vale de pensar que sólo hay una manera de hacer nuestro trabajo.  Gracias por ponerme en mi sitio, que está donde tú quieras que me ponga, gracias por colaborar conmigo aunque yo no colaboré contigo,  me has dado una lección diciéndome tan solo cuatro cosas muy bien dichas, déjame que te de las gracias, gracias, gracias, gracias.


22/05/2021: Al volante

Ayer me recorrió el mismo hormigueo que a los conductores noveles al meterse en la autopista.  En la consulta, AC siempre viene de copiloto, como cuando en la autoescuela cuentas con las indicaciones del instructor y sabes que hay un freno de emergencia que controla.  Pero un día montas sola en el coche y, aunque conoces la ruta, el volante es sólo tuyo.

Ayer AC se bajó del coche y a mi me faltaban manos, me volaba el tiempo, la consulta era gigante, el ordenador muy lento, el teléfono pequeño, mi sello era más pesado, la mesa más bien mi salpicadero, ¿quién me ha dado un ferrari si yo he pedido un renault 5?

¿Y si hoy tengo dudas? ¿Y si hoy me retraso? ¿Y si hoy algo falla? ¿Y si hoy fallo yo? Espera... ¿No son estos los riesgos que existen siempre que alguien coge el coche?  Tranquila, conduce con prudencia, ponte el cinturón, no pasa nada si algún tramo hay que ir más despacio, si tienes dudas para y piensa, si algo falla intenta repararlo y seguir (recuerda que AC sigue siendo tu asistencia en carretera), si fallas tú baja del coche un momento y descansa o busca compañía.   

Mi primer viaje de consulta en solitario duró unas tres horas, y una vez arranqué todo fue rodado y puedo decir que lo disfruté.  No sé si yo llevé la consulta o fue la consulta la que me llevó a mí.  Sé que me queda mucho por aprender, me falta práctica en las curvas cerradas, hacer rutas más largas, coger velocidad... 

Un año entero tengo para ir conduciendo llevando mi "L" (dentro de tres días seré MIR R4 MFyC), un poquito sí me pesa la responsabilidad, algo de vértigo tengo si veo lo rápido que han pasado los tres últimos años, una pizca de inseguridad siempre queda pero me mantiene alerta.  Pero no hay prisa, voy bien acompañada y tengo gasolina y muchas muchas ganas.


15/05/2021: Nuestro particular jenga

El otro día, nuestra súper enfermera abrió la puerta de la consulta (porque trabajar en equipo implica asomarnos de vez en cuando para compartir impresiones) y cuál fué su sorpresa al econtrarnos haciendo una pausa entre paciente y paciente para... ¡echar una partida al jenga!

Sabréis (o estaréis googleando) que jenga es un arriesgado juego de mesa que requiere máxima atención, concentración, paciencia, un exquisito sentido del equilibrio y total prudencia en cada movimiento, buscando siempre la seguridad.  ¡Anda! Lo mismito que necesitamos para recetar (prescribir) o retirar (deprescribir) medicamentos.

Efectivamente, con mucha frecuencia sacamos en la consulta nuestro particular jenga.  Casi con cada nuevo motivo de consulta, con cada decisión, retomamos por un momento la partida revisando la medicación de los pacientes.  Y a veces entraña verdadera dificultad y requiere un esfuerzo añadido, sobre todo con nuestros pacientes polimedicados.

Las primeras fichas son sencillas si la base es firme y la partida transcurre con tranquiliad,  un movimiento cada vez, con órden y por turnos.  No ponemos una pieza que no sea imprescindible, aquí movemos ficha con la premisa de que "medicamentos, los justos".  Las colocamos con mimo, buscando el momento y el lugar apropiados.   

A veces encontramos piezas que sobran, que ya no son necesarias, que nos están generando un problema o aumentan el riesgo de caída.  Las piezas, como los fármacos, se retiran también con precaución, despacio, a veces cualquier movimiento puede descompensar el peso.  

Se tambalea la receta porque alguna necesita de un pequeño ajuste, se palpa la tensión al modificar las posiciones, vigilamos de cerca que el efecto sea el correcto.

Pero los MFyC no jugamos solos, a veces nuestros compañeros del hospital o de otras consultas juegan sus movimientos.  Con más o menos fortuna nos echan una mano y de nuevo el turno es nuestro.

En ocasiones incluso tenemos que consultar el manual de instrucciones, los fármacos tienen sus propias fichas técnicas, seguimos guías y hay mucho escrito sobre como quitar y poner... pero tenemos en mente que cada partida, cada paciente, son únicos.

Entre partida y partida los MFyC cuidamos de la torre y del paciente, procurando que sigan en pie, hasta que vuelvan a consulta y surja la duda: "mmm... necesitamos revisar el tratamiento, por favor deme un momento."  "¡AC! ¡Saca el jenga!"


12/05/2021: la pregunta de JG

Hoy hemos terminado la mañana como más me gusta; con visitas domiciliarias.  
Si hay algo que hace verdaderamente diferente la MFyC, y que a mi me cautiva cada día, es que esta medicina se mueve.  A mí me saca de mi zona de confort, me levanta de la silla, me arrastra a la calle y me adentra en la intimidad de los pacientes si ellos me dejan pasar.  Y es que hay personas que no pueden desplazarse hasta la consulta para vernos, que no podemos atender a través de un teléfono, hay personas como JG, que necesitan que acerquemos la medicina a sus casas.

A sus 96 añitos, JG vive en una residencia de ancianos, bueno ahora vive entre una cama y un sillón, bajo su manta de cuadros.  Nos cuentan que desde hace semanas no le apetece mucho comer ni beber, no tiene ganas de hablar, no se mueve, todo le cansa, pero está tranquila y quiere dormir.  

La encontramos dormida bajo su manta y junto a la ventana, con una radio encendida que han colocado con cariño sus cuidadoras porque la mantiene relajada.  Con cautela echo un vistazo, me acerco, cuento sus respiraciones, miro su color de piel, le tomo el pulso y sin querer la despierto, me agarra de la mano que intentaba encontrar un ritmo en su muñeca, abre un poco los ojos, me mira y me pregunta aún adormilada "¿oye, me muero?".  Me descolocó y solo acerté a devolver una caricia en su mano y contestarle sin pensar: "ahora no JG".  Me permitió explorarla, contestó con calma que no tenía dolor, que no necesitaba nada, volvió a su murmurada ecolalia habitual y se quedó plácidamente dormida de nuevo cuando nos despedimos.  

No le mentí, aún no se muere, pero no le dije toda la verdad, probablemente no tarde mucho más.  Aunque no sé si JG lo recordaría debí decirle que no coma si no quiere, que no hable si no puede, que disfrute de la música y de la ventana y que no me importa volver siempre que nos necesite hasta que le apaguen la radio, hasta que se apague su vida.

09/05/2021: Tómatelo con humor

Hay varias maneras de afrontar que todos los días habrá algo que no salga como esperaba, o que varias cosas se tuerzan, o que absolutamente todo se vuelva del revés.

Hace unos días, en la consulta con AC, encadené varias llamadas telefónicas complicadas durante un rato de la mañana que incluían una confrontación, un monólogo irrefrenable y algunos reproches por esta nueva forma que tenemos de hacer medicina que, a mí particularmente, tampoco me gusta demasiado.  

Para culminar la sesión matinal, el ordenador se reveló contra mí expresando en la pantalla curiosamente lo mismo que yo sentía.  Con total descaro me dijo "Error", se bloqueó y no quiso continuar el trabajo hasta no reiniciar el programa.  Me sacó de quicio y la emprendí con él, pero tenía toda la razón... es muy frustrante que las consultas a veces no salgan como yo espero y también quisiera para, gritar "¡error!" y dejar de funcionar.  

Pero entonces reparé en AC, que estaba a mi lado aguantándose la risa al verme absurdamente enfadada con la pantalla de un ordenador.  Y como no solo es experta en cuidar a pacientes sino también a inexpertos residentes como yo, paramos un momento, cogimos aire, lo vimos con perspectiva, y yo también me reí.  Me reinició sin darme yo ni cuenta.   

Siempre tendré imprevistos así, pequeños fracasos, algunos sinsabores, pensar lo contrario creo que es el "error".  Me tengo que acordar de donde tengo mi botón de reiniciar, AC parece que lo tiene localizado.


05/05/2021: Deprisa

Tengo la sensación de que los MIR MFyC tenemos, casi siempre y por cualquier motivo, mucha prisa.  Me doy cuenta de que voy casi corriendo a todas partes aunque no llegue tarde, y si mientras camino puedo oír o leer las últimas noticias, mejor.  Suelo hacer dos cosas a la vez (porque tres son multitud) y acostumbro a exprimir hasta los últimos minutos del día robándome casi siempre ocio, con frecuencia descansos y a veces sueño.  Estudio a diario mirando el reloj, leo deprisa y escribo abreviando.  Me organizo con listas, colores en el calendario, algunas alarmas (citas, cursos, guardias, compromisos, plazos, temas o pacientes que repasar), priorizo, aplazo y a veces renuncio.   

En las guardias pongo el turbo porque la urgencia suele requerirlo, en la consulta vamos ligeras porque la gran cantidad de trabajo nos lo impone, en casa me doy garbo ya por no perder ritmo.  Y así, cada día parece una contrarreloj contra el anterior, mientras cuerpo y mente aguanten.  Sólo me dí cuenta de lo deprisa que iba cuando de verdad me permití parar.

Después de unos días de freno puesto, empiezo de nuevo a rodar despacio.  La inercia me llevará a la carrera, a ver si me acuerdo de que tengo que ir a la velocidad que me permita apreciar el paisaje con nitidez.

Todos los días necesitaré mucho tiempo para ser médica, y un ratico para estudiar como serlo mejor.  Necesitaré una pausa para mi ocio y un instante para el silencio dentro de mi.  Y querré un momento para estar sola y muchos para ser pareja, para ser familia y para ser amiga.

No he podido evitar volver rápido al trabajo, prometo que ni llego tarde ni tengo prisa, fue como correr a abrazar a quien echabas de menos.



Entradas más populares