19/05/2022: Querido diario. Escribo hoy para despedirme de ti.

Querido diario:

Escribo hoy para despedirme de ti.  Termina esta aventura de ser MIR MFyC.  

Abrí las páginas de esta libreta por primera vez a los pies de una montaña.  Sentí la necesidad de hacer pequeñas paradas en la subida para contemplar el paisaje, para pensar en el camino recorrido y planificar el próximo paso.  Se me ocurrió que podía escribir todo eso que me iba sucediendo tan rápidamente, aprovechando para reflexionar un poco.  Se me ocurrió que podría crear dibujos que sirvieran de recuerdo de aquellos momentos que no se pueden capturar en fotos.  Ahora, desde la cima, me siento a contemplar un paisaje espectacular, que supera la expectativa que tenía cuando miraba desde abajo la tremenda montaña.

Mi tutora, AC, ha sido la mejor guía durante estos 4 años. Le agradezco que se haya mantenido siempre cerca, la motivación para seguir aprendiendo con ella y para apuntarme a todas las actividades que pudieran sumar, la confianza al dejarme su consulta, el respeto por mis descansos, la salvaguarda de mis responsabilidades, su esfuerzo por poner en valor lo que hacemos todos los días, el soporte firme en los peores momentos. Le agradezco la generosidad de dejarme aprender técnicas con las que aún no se había lanzado, que tomase decisiones que a veces sé que no eran su primera opción.    

Me descubro orgullosa cuando veo que hago algunas cosas igual que las hace ella, pero también me motiva saber que en algunos casos actúo o voy a actuar diferente.  He conseguido decidir cuál quiero que sea mi estilo.  Aunque haya muchas cosas que mi tutora ha dejado impresas en mí, también empiezo a tener una identidad como médica, y eso también es en parte gracias a ella.

Tengo la sensación de que ha ido tejiendo una bata como la suya porque conoce mis medidas, y que ahora me la entrega porque piensa que estoy lista para llevarla.  Cuando alguien te hace un regalo así no puedes parar de darle las gracias.

Mi centro de salud ha actuado como punto de encuentro.  Valoro, por encima de todo, su componente humano.  Está lleno de personas críticas y guerreras que sólo siendo como son me han enseñado a posicionarme. Además, se han involucrado personalmente en mi formación en muchos momentos, llevando comunicaciones a congresos, para hacer comunitaria, para facilitarme la consulta, para hablar de eso que me preocupaba...  Me han permitido participar de la vida interior del centro, creo que el equipo ha podido contar conmigo, saben quién soy y cómo soy (o más o menos 😛).  De alguna manera siempre le tendré un cariño especial a este barrio, a este centro, a esta gente... lo mismo que me despierta mi antigua casa o mi colegio de toda la vida. Y si me voy, lo echaré mucho de menos.

Fuera del centro he conocido a mucha gente en poco tiempo, muchos residentes.  Intenté seguir las luces de mis residentes mayores sin pisar sus sombras, y luego me esforcé en acompañar y estar disponible para los residentes más pequeños.    

Me alegra que hayamos compartido tiempo en congresos, cursos, guardias... pero también en fiestas, excursiones, viajes.  Hay coRs que saben que siempre podrán contar conmigo, algunos sé que siempre los tendré cerquita.  Hemos mantenido la promesa que nos hicimos al empezar "yo cuido de ti y tú cuidas de mi".  Les agradezco que hayamos creado pequeños oasis en medio de calendarios frenéticos: esos miércoles de cine, los desayunos antes de afrontar los cursos de los viernes, la caña improvisada porque alguien tiene algo que contar.  Hemos escalado juntas este MIR y por eso en ellas yo tengo un punto de apoyo, un refugio.  Están conmigo en la cima, estoy orgullosa de ellas, van a ser excelentes médicas de familia.

El hospital con sus guardias me ha enseñado muchas cosas, principalmente que soy capaz de tomar decisiones rápidas en situaciones estresantes, aunque pensé que no podría (los nervios de R1 no han desaparecido por completo, han madurado). Y aunque ahora me desenvuelvo con más soltura en lo que es agudo y grave, el espejismo de verme contenta en urgencias ya no me oculta que donde soy realmente feliz es en una consulta. 

Han sido 4 años de aprender sin parar, la progresión es increíble, poco tengo que ver con la persona que empezó esta aventura.  Intentando primero descubrir lo que es la Medicina de Familia, luego transformándome a mi misma para empezar a ejercerla, y finalmente, dándome cuenta de que, aunque la voy conociendo, me queda muchísimo por aprender y nunca dejaré de hacerlo.  He disfrutado cada etapa (AC me lo ha puesto fácil), y ahora confío en adquirir la experiencia que me falta en la independencia de mi consulta.

He de admitir que a veces he tenido la sensación de haber elegido una especialidad que no puede brillar ni lo hará en mucho tiempo porque no la dejan.  Carente de prestigio, objetivo de las criticas incluso las de sus propios impulsores... He visto las renuncias, los abandonos y la desesperanza de valiosos profesionales que ya no pueden más. Yo también tuve un momento de quiebro, de pensar en dejar la residencia y hacer otra cosa.  Pero si pensaba en repetir el MIR no veía otras opciones compatibles conmigo, y si pensaba en otras alternativas fuera, sólo la sanidad penitenciaria me llama con fuerza.  

Por suerte y con algo de ayuda, me recuperé pronto, y la propia consulta donde había tocado fondo me impulsó de nuevo hasta la superficie.  A pesar de todo, aún le veo la grandeza y el potencial a lo que hay dentro de la consulta, veo el cambio posible hacia fuera, tengo ganas de ser parte de ese cambio, tengo esperanza, mucha, y fe claro.  

Cuando, hace unos meses, pensaba en que mi residencia se acabaría, me decía: "repetiría el MIR y cogería otra vez MFyC si se pudiera".  Pero ahora tengo claro que quiero dar el siguiente paso, navegar yo sola me sigue dando vértigo y me ilusiona a partes iguales.  Nos adentramos solos en un mar de dudas, un océano de contratos, pero ya es hora de empezar la travesía, donde quiera que nos lleve.


La metamorfosis esperada de una médica interna residente en medicina de familia y comunitaria (MIR MFyC) es hacia una joven médica de familia y comunitaria (JMFyC).  Lo ideal sería que cuando por fin consigues tu especialidad, empieces a ejercerla tal como es.  Pero, siendo realista, eso no ocurrirá todavía.  Los contratos aún no se han ofertado en mi comunidad, no sé dónde iré, por cuanto tiempo, en qué condiciones...   Aunque hacen falta profesionales en todas partes y sobre todo en el medio rural, la precariedad está bien instalada aquí desde hace tiempo.  Probablemente seré una médica pegatina, que vaya de aquí para allá tapando los huecos, al menos por un tiempo.   


En cualquier caso intentaré ser la JMFyC valiente que me han enseñado que llevo dentro, esa que me he propuesto ser, vaya a donde vaya, esté donde esté.  

Mientras voy cerrando la última página de este diario pienso que quizá consiga una nueva libreta.  Quizá me siente delante de este océano a escribir antes de intentar atravesarlo.  Quizá la llame "Diario de una JMFyC".


Diario de una MIR MFyC

- por María Escori

14/05/2022: Enfermería familiar y comunitaria

Aunque AC y yo digamos a veces "hoy pasas la consulta sola", nos referimos a ese ejercicio de confianza que hace para que yo vaya cogiendo autonomía; porque yo sé que, "sola" no estoy nunca, justo en la puerta de al lado siempre tengo a Marta y Ana, mi equipo, dos enfermeras alucinantes.

He conocido a muchas enfermeras mientras rotaba en consultas de otros servicios, en la planta del hospital o en la urgencia...  Siempre me ha parecido que su trabajo es tan importante o más que el mío, pero hubo momentos en los que sentí que merecían mayor consideración.  En algunas consultas de otros especialistas llegué a pensar que podían ser personal administrativo que solamente organizaba la agenda, preparaba las historias y ponía los sellos.  En algunas plantas del hospital eché de menos poder "pasar planta" junto a ellas, y que la comunicación no se limitase a un excel de constantes vitales de todos los pacientes.  En urgencias muchas veces (aunque intento lo contrario) nos comunicamos con ellas sencillamente por las órdenes de un programa informático...  Cuando empecé a descubrir la enfermería de familia y comunitaria entendí que es un tesoro.

Durante un año he compartido puesto de trabajo con dos de esos tesoros, Marta y Ana.  Juntas somos lo que llaman la UBA (unidad básica asistencial) de nuestros pacientes. Trabajamos como las ruedas dentadas de un engranaje, si nos coordinamos no quedan huecos, ninguna interfiere en el trabajo de la otra, nos complementamos, nos amortiguamos, somos sinérgicas, a veces somos frente común. 

En la consulta programada ellas tienen un conocimiento de la cronicidad que yo no tengo, ellas acompañan y dan forma a los cambios que yo solamente alcanzo a proponer a nuestros pacientes, porque frases como: "indico perder peso, hacer ejercicio, implementar la dieta, educación diabetológica, instruir en autocuidados o empoderar a pacientes y cuidadores"; no tienen ningún sentido si solamente las escribo y no les pido ayuda a Marta y Ana.  Son auténticas expertas en todo lo que implica actividades preventivas, no hay duda sobre vacunación o programas de cribado que no me hayan resuelto, son gurús de las curas de heridas.

Compaginan esto con otro montón de habilidades técnicas que también llenan su agenda: las extracciones, los electros, las pruebas de detección del coronavirus, las campañas de vacunación, vías, suturas, vendajes... y un largo etcétera.

En la consulta a demanda atienden algunos procesos de forma autónoma, a veces nos tenemos que coordinar en el momento del diagnóstico o de la prescripción, pero la consulta compartida es una de las cosas que más me gustan.  Disfruto sabiendo que la puerta lateral de mi consulta puede abrirse en cualquier momento en cualquier dirección, para compartir una duda, para ver juntas al paciente, para simplemente estar tristes por ese paciente ingresado o echar unas risas por cualquier otra cosa.  Detrás de esa puerta tengo dos aliadas y espero haber conseguido que ellas vean lo mismo en mi consulta. 

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