19/02/2022: Incertidumbre para MFyCs funambulistas

Durante la carrera en medicina nos enseñan las bases teóricas de las enfermedades que luego vamos a ver reflejadas en nuestros pacientes.  Lo que no nos cuentan es que el reflejo de lo estudiado puede no parecerse en absoluto al texto del libro, a las diapositivas de la clase o a la pregunta test del examen.  No quiero decir con esto que sea menos importante conocer la teoría, quiero decir que es necesario presentarla de otra forma.

Cada tema empezaba por un título, tenía su principio y su final, las preguntas del examen tenían una única respuesta correcta.  Por desgracia, este escenario no nos prepara para enfrentarnos a las dudas y la incertidumbre que la realidad de nuestra profesión nos devolverá cada día.

Los pacientes no relatan sus síntomas ordenadamente y en términos médicos.  Y menos mal, porque escuchar sus propias expresiones es mucho más rico.  Encontrar los signos en la exploración puede ser una auténtica aventura.  No siempre puedes poner un título, no siempre tienes al alcance la respuesta, a veces sólo el tiempo puede poner orden, a veces es el único que cura.

Sería más sencillo atender a un paciente que nos dijera:

-    “Doctora, tengo un dolor opresivo centro torácico que me irradia hacia la extremidad superior izquierda, con cortejo vegetativo y que es constante desde hace 15 minutos. ¿qué cree que puedo tener? Yo dudo entre: a) neumotórax, b) ansiedad, c) infarto agudo de miocardio, d) todas son correctas”

Y tú contestarle:

- “¡Esta me la sé! ¡La C! ¡Tiene usted un infarto!

Y el paciente, impasible, podría continuar:

- “Estupendo, doctora, ¡ha acertado! Con esta sospecha ¿Cuál cree usted que sería la siguiente exploración a realizar? Yo pienso en: a) toma de constantes, b) electrocardiograma de 12 derivaciones…”

Y así encadenar preguntas y respuestas hasta que la ambulancia se llevase al paciente contentísimo porque su doctora lo ha acertado todo.

Pero, por suerte, no es así.  Este paciente de 80 años cuenta que esta mañana su hijo le ha dado un disgusto, y que desde hace un “ratico” empezó a notar una “quera”, más bien una “molestia” en el pecho, y se “fatiga”, y tiene “mala gana”.  Tú lo miras, lo ves con mal color y agobiado.  Le tomas las constantes, lo auscultas y le haces un electro.  Ves su bloqueo de rama izquierda que ya conocías, no te saca de dudas.  Le das su adiro y su cafinitrina mientras intentas tranquilizarlo.  Llamas a una ambulancia y a su hijo, procurando que al hablar nadie note tu inseguridad y tu miedo. 

Es mucho más complejo, pero es mucho más bonito. Dudas mucho, todos los días.  Tomas decisiones y asumes que manejas siempre probabilidades y casi nunca certezas.  Convives con la incertidumbre.  Estudias para poder acotarla, reducirla, sobrellevarla, sabiendo que nunca desaparecerá.   Te equivocas algunas veces, y aprendes a ser prudente en tus respuestas, humilde con lo que conoces y honesta con lo que no sabes.

En medicina, y sobre todo en una especialidad como MFyC, casi nunca pisas sobre seguro.  En la consulta, los MFyC hacemos equilibrios sobre la cuerda de lo que conocemos y manejamos, suspendida en el abismo de lo que aún está por descubrir y aquello que siempre será un misterio.  A veces siento vértigo, es normal.  Lo siento porque valoro mucho lo que hacemos, porque creo que conlleva una gran responsabilidad, porque en el fondo quiero ser una MFyC funambulista.



16/02/2022: R pequeño

El sistema MIR hereda la competitividad que generó la selectividad y luego la carrera en medicina, y a veces impera más la jerarquía que el compañerismo.  Es casi inevitable compararse con los coetáneos constantemente y es sencillo acomodarse tanto en la inexperiencia del R1, como en la autoridad del R4.  Es complicado entender que creceremos todos juntos a nuestro ritmo.  Pasamos de pequeños a mayores, cambiamos nuestro rol casi sin darnos cuenta.  

En este escenario, yo me hice R mayor el día que conocí a mi R pequeño.

Él es un MIR MFyC que empezó esta misma aventura, en el mismo centro de salud que yo, con la misma tutora que yo, un poco más tarde que yo.  Cuando llegó, yo quería contarle millones de cosas que iban a pasarle, quería darle muchos consejos que creía que le ayudarían a mejorar o a vivir más tranquilo, quise contar con él en todo lo que yo hiciera.  En el fondo, el cuerpo me pedía protegerlo, no sé muy bien de qué o de quién, me pedía estar "muy encima".

Supongo que los R mayores sentimos cierta responsabilidad hacia nuestros nuevos compañeros; porque queremos que pasen por la residencia más cómodamente; porque allanar el camino para que quienes vienen tras de ti tropiecen menos, valida de alguna forma tu propio caminar.

Pero lo cierto es que nuestros R pequeños no nos necesitan, mi R pequeño no me necesita para nada.  Él llegó con ilusión suficiente para los 4 años que tenía por delante, va descubriendo sus fortalezas y sus debilidades con el día a día, toma sus decisiones y cada etapa le va preparando para la siguiente.  Tendrá mil preguntas pero sabe perfectamente dónde ir a buscar las respuestas.  También sabe que si un día quiere preguntarme algo, sepa o no contestar, siempre estaré para escucharle.

A veces pisa donde yo dejé una huella, pero muchas veces no; y eso es lo que más me gusta de él.  Aunque coincidimos en la forma de entender la Medicina de Familia y Comunitaria, vamos juntos a los congresos y compartimos la curiosidad por la sanidad penitenciaria, también disfruto conociendo eso que nos hace diferentes.     

Mi R pequeño se convertirá dentro de poco en R mayor, será un placer estar siempre cerquita para verlo.



08/02/2022: Angustias

Hay nombres de pacientes que van asociados a una imagen, a un sonido, incluso a una sensación.  Hay nombres que, sólo con leerlos en la agenda, despiertan emociones. 

El nombre de Angustias me recuerda su silla a motor trayéndola hasta la consulta, me hace oír de nuevo su resuello interrumpiendo casi todas sus frases, me hace volver a sentir la complejidad que nos traía a la consulta desbordando nuestros tiempos.

Ella era una paciente frágil. Tenía una fragilidad visible que su silla suplía sólo un poco; y otras ocultas, que sólo podían escucharse en su relato.

Angustias vino hace varios meses a la ciudad.  Vino ella sola, dejó casa y familia, pero trajo un extenso historial médico y mucha medicación.  Su aspecto aparentaba más edad de la que constaba en su ficha.  Pronto supimos que había envejecido también todo lo que no se ve.  Sus riñones agotados, necesitaban diálisis cada 2 días.  Sus pulmones cansados la fatigaban con cada movimiento y aun sólo con hablar.  Su corazón latía en equilibrio inestable, indolente decidía frenar, empeorando todo lo demás.  Los fármacos que intentaban ayudarla, también la castigaban con sus efectos secundarios, incordiando a su estómago, provocándole caídas, sembrando moratones en su piel… 

A pesar de todo, venía con su “moto” a la consulta, tenía más energía en el alma de la que su propio cuerpo podía ofrecerle.  Y aun conociendo su vulnerabilidad corporal (sabíamos que podía darnos un disgusto cualquier día), estoy segura de que no nos contó todas las fragilidades interiores que la hacían llorar en la consulta con frecuencia, e hicieron que pasase sus últimos meses viviendo en un hotel, lejos de su tierra y de los suyos.

Angustias era una paciente frágil que hace unas semanas se rompió.  Y aunque no me sorprendió que ocurriese, porque mirarla era como mirar un vaso de cristal que rueda despacito hacia el borde de una mesa, cuando AC me dijo que había fallecido, sonó a cristales rotos y dolió como pisarlos.

Angustias ya no viene a la consulta, su nombre no aparece en nuestra agenda.  Por eso quiero dejarlo escrito en mi diario, a ver si así consigo que me traiga de nuevo a la memoria su imagen y sus ruidos, que vuelva un poco de esa compasión que despertaba, que de alguna manera se quede conmigo.

04/02/2022: Tutorías, una recomendación.

Las tutorías son esas reuniones que los MIR MFyC tenemos con nuestra tutora de vez en cuando, para ver qué tal vamos.  Oficialmente debemos tener una por trimestre y sirven para “revisar nuestro plan formativo”.

En mi unidad docente nos dan un formulario para rellenar con el tipo de reunión y los temas que hemos tratado.  Parece ser que hay muchas formas de tener una tutoría.  Puedes hacerla en el centro de salud, en la unidad docente, en un establecimiento donde podáis hablar, en una casa…   Pueden hacerse en cualquier momento, dentro o fuera del horario laboral.  Y pueden durar lo que estiméis oportuno, desde media horita hasta toda la tarde.  

Se pueden tratar muchas cosas importantes para los MIR:  las rotaciones, las guardias, las sesiones, los congresos, los cursos, la investigación, los grupos de trabajo, los problemas que surgen en el trabajo, la organización del calendario, los objetivos que se van cumpliendo y los que aún quedan por conseguir…  

Supongo que las tutorías se hacen a medida del tándem resi-tutor/a.  Confieso que inicialmente pensé que eran un incordio, luego vi cómo eran las nuestras, y ahora he de decir que las echo mucho de menos.  Fijar fecha y hora para dedicar un ratito a consolidar el tándem, es una gran inversión.

Si me preguntáis cómo hacemos las tutorías AC y yo… probablemente las hacemos regular. ¡Claro que revisamos mi plan formativo y rellenamos los formularios de tutorización! Necesito a mi tutora y sus consejos, y no puedo dejar que sean temas tangenciales que van saliendo en las mínimas pausas de la consulta.  Pero, por suerte, no sólo hacemos eso.  

Siempre que se puede, nuestras tutorías tienen lugar fuera del centro de salud.  Y es que parece mentira pero, si nos quitamos la ropa de trabajo, nos vestimos a nuestro estilo, nos tomamos algo (por mí, mejor que sea un buen vino) y nos sentamos fuera de la consulta... puedes ver mucho más que a dos médicas hablando, porque somos mucho más que eso.  Siempre que se puede, dejamos de mirar el reloj y la agenda.  Viene bien hablar sin prisas para no dejar nada en el tintero.  Y aunque a los MIR y a los tutores se nos da genial hablar de medicina, creo que es bueno cotillear un poco a veces para conocer algo que le gusta a tu resi y también algo que ilusione a tu tutora, algo que compartís y algo que os hace tan diferentes.   

Saltándonos todas las normas, a veces se cuela en nuestro tándem CCS, otro MFyC muy especial de nuestro centro de salud.  AC dice que es mi “tutor honorífico”.  Debe tener un poco de razón, porque él se empeña en seguir enseñándome cosas interesantes, y yo me empeño en hacerle caso.

En conclusión, creo que sabemos hacer muy buenas tutorías, pero también sabemos irnos juntas de congreso, quedar para comer, salir a cenar, ver una película, compartir música o lectura y hasta para probar un videojuego nuevo en realidad virtual (eso fue arriesgado). 

Ya veis que, aunque casi siempre cumplimos los objetivos de la tutoría, a veces nos salimos un poco del guión.  Pues bien, lo primero os lo van a solicitar, lo segundo os lo recomiendo yo. 



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