Hoy he cerrado la puerta de la consulta por fuera, con prisas para poder llegar a la cuarta guardia de la semana, con 160 h trabajadas en los últimos 14 días, después de haber bregado con demasiadas tempestades durante las mañanas en consulta, pilotando sola el barco, faltándome tripulación por todas partes (dos semanas sin la almirante, AC, ni las oficiales de abordo, enfermería). Cierro la puerta y abandono el naufragio, y por primera vez desde que empecé a trabajar, me voy con una extraña y desagradable idea en la cabeza “mejor lo dejo”.
No será por no haber preparado antes mi viaje en solitario, no será por no haber contado con apoyos un MFyC diferente ha tocado mi puerta cada día “búscame si necesitas algo”, no será por no haber echado el resto dentro y fuera del trabajo, o quizá fue por eso.
Será que a veces solo importa atender cuantos más pacientes mejor, sin pensar quién lo hará, cómo, o a qué precio. Será que pensamos que todo cabe y forzamos lo que ya está dado de sí. Será que casi nadie piensa en la persona que hay bajo la bata. Será que la capacidad que creí tener era espejismo y que me falta resiliencia ante el desastre, que me fié de lo propuesto en lugar de proponer lo más fiable. Aún soy marinera, capitanes, a lo mejor un mes en alta mar me hundo, sigamos navegando los miércoles por la bahía.
Será también que me ha desorientado esta doble identidad que me hace ser MFyC de día y médica de urgencias por las noches. A veces puede resultar confuso y cuesta alternar un escenario con el otro. Hoy me da miedo revisar los días libres en mi calendario y preguntarle a mi reloj cuanto he dormido, algo seguro porque he soñado ya dos veces que hacía un MIR distinto.
Es la primera vez que salgo y no quisiera entrar de nuevo, que dudo que merezca la pena tanto esfuerzo, tanto tiempo, tanta vida. Salí sintiendo solamente desencanto, no es rabia, no es rencor, no me enfado, ni tampoco me arrepiento, pero no tengo fuerza para seguir luchando por la especialidad de la que me enamoré y hoy me descubre sus miserias. MFyC, hoy no siento que seas mi sitio. No sé donde he dejado la ilusión y las ganas que me trajeron hasta ti, no sé porqué sólo me acuerdo de lo malo que me das y de lo mucho que me quitas. No recuerdo donde he guardado los pequeños triunfos acompañando a mis pacientes, ni porqué no escucho a la buena gente que aún cree en ti aunque tú los maltrates.
Te dejo. Me tomaré unos días para recuperarme, cierro la puerta y esperaré que el fuego se consuma y yo esté lejos, no quiero ni mirarlo. Encontraré a la Dra. Escori y la traeré de vuelta. Es la primera vez que cojo vacaciones como huída, dejando tras de mi los restos de un incendio. Hoy quema, no sé mañana…