Hay nombres de pacientes que van asociados a una imagen, a un sonido, incluso a una sensación. Hay nombres que, sólo con leerlos en la agenda, despiertan emociones.
El nombre de Angustias me recuerda su silla a motor trayéndola hasta la consulta, me hace oír de nuevo su resuello interrumpiendo casi todas sus frases, me hace volver a sentir la complejidad que nos traía a la consulta desbordando nuestros tiempos.
Ella era una paciente frágil. Tenía una fragilidad visible que su silla suplía sólo un poco; y otras ocultas, que sólo podían escucharse en su relato.
Angustias vino hace varios meses a la ciudad. Vino ella sola, dejó casa y familia, pero trajo un extenso historial médico y mucha medicación. Su aspecto aparentaba más edad de la que constaba en su ficha. Pronto supimos que había envejecido también todo lo que no se ve. Sus riñones agotados, necesitaban diálisis cada 2 días. Sus pulmones cansados la fatigaban con cada movimiento y aun sólo con hablar. Su corazón latía en equilibrio inestable, indolente decidía frenar, empeorando todo lo demás. Los fármacos que intentaban ayudarla, también la castigaban con sus efectos secundarios, incordiando a su estómago, provocándole caídas, sembrando moratones en su piel…
A pesar de todo, venía con su “moto” a la consulta, tenía más energía en el alma de la que su propio cuerpo podía ofrecerle. Y aun conociendo su vulnerabilidad corporal (sabíamos que podía darnos un disgusto cualquier día), estoy segura de que no nos contó todas las fragilidades interiores que la hacían llorar en la consulta con frecuencia, e hicieron que pasase sus últimos meses viviendo en un hotel, lejos de su tierra y de los suyos.
Angustias era una paciente frágil que hace unas semanas se rompió. Y aunque no me sorprendió que ocurriese, porque mirarla era como mirar un vaso de cristal que rueda despacito hacia el borde de una mesa, cuando AC me dijo que había fallecido, sonó a cristales rotos y dolió como pisarlos.
Angustias ya no viene a la consulta, su nombre no aparece en nuestra agenda. Por eso quiero dejarlo escrito en mi diario, a ver si así consigo que me traiga de nuevo a la memoria su imagen y sus ruidos, que vuelva un poco de esa compasión que despertaba, que de alguna manera se quede conmigo.
Me haces saltar alguna lágrima, pero ahí veo tu gran calidad profesional y humana
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