Hoy hemos terminado la mañana como más me gusta; con visitas domiciliarias.
Si hay algo que hace verdaderamente diferente la MFyC, y que a mi me cautiva cada día, es que esta medicina se mueve. A mí me saca de mi zona de confort, me levanta de la silla, me arrastra a la calle y me adentra en la intimidad de los pacientes si ellos me dejan pasar. Y es que hay personas que no pueden desplazarse hasta la consulta para vernos, que no podemos atender a través de un teléfono, hay personas como JG, que necesitan que acerquemos la medicina a sus casas.
Si hay algo que hace verdaderamente diferente la MFyC, y que a mi me cautiva cada día, es que esta medicina se mueve. A mí me saca de mi zona de confort, me levanta de la silla, me arrastra a la calle y me adentra en la intimidad de los pacientes si ellos me dejan pasar. Y es que hay personas que no pueden desplazarse hasta la consulta para vernos, que no podemos atender a través de un teléfono, hay personas como JG, que necesitan que acerquemos la medicina a sus casas.
A sus 96 añitos, JG vive en una residencia de ancianos, bueno ahora vive entre una cama y un sillón, bajo su manta de cuadros. Nos cuentan que desde hace semanas no le apetece mucho comer ni beber, no tiene ganas de hablar, no se mueve, todo le cansa, pero está tranquila y quiere dormir.
La encontramos dormida bajo su manta y junto a la ventana, con una radio encendida que han colocado con cariño sus cuidadoras porque la mantiene relajada. Con cautela echo un vistazo, me acerco, cuento sus respiraciones, miro su color de piel, le tomo el pulso y sin querer la despierto, me agarra de la mano que intentaba encontrar un ritmo en su muñeca, abre un poco los ojos, me mira y me pregunta aún adormilada "¿oye, me muero?". Me descolocó y solo acerté a devolver una caricia en su mano y contestarle sin pensar: "ahora no JG". Me permitió explorarla, contestó con calma que no tenía dolor, que no necesitaba nada, volvió a su murmurada ecolalia habitual y se quedó plácidamente dormida de nuevo cuando nos despedimos.
No le mentí, aún no se muere, pero no le dije toda la verdad, probablemente no tarde mucho más. Aunque no sé si JG lo recordaría debí decirle que no coma si no quiere, que no hable si no puede, que disfrute de la música y de la ventana y que no me importa volver siempre que nos necesite hasta que le apaguen la radio, hasta que se apague su vida.
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