08/01/22: El EPI nos persigue

Hace unos días salí de guardia del hospital después de pasar 12 horas en el área COVID.  La llamamos “unidad de apoyo” de una forma poco acertada, porque eso es precisamente lo que nos haría falta, apoyo.

Mi look de trabajo cambia por completo, el EPI me ha atrapado.  Mi pijama blanco se esconde bajo una bata azul impermeable, doble guante de látex, doble mascarilla (FFP2 y quirúrgica), casco verde con pantalla transparente que solo deja ver que hay unos ojos cansados ahí debajo.  Más parezco una astronauta que intenta comunicarse con sus pacientes a 2 metros de distancia, que la MFyC que quiero ser…  

Encerrada en una consulta dedicada a pacientes con sospecha o diagnóstico de coronavirus sin signos de gravedad, que probablemente debieron aislarse y no acudir a verme urgentemente.   Son siempre las mismas preguntas “fiebre, tos, fatiga, desde cuándo, vacunación, resultado del test rápido, saturación, auscultación, aislamiento, paracetamol…”  Ya no parezco una astronauta, soy un robot.   

Mientras me quito el EPI pienso: “no me gusta esta forma de trabajar, no me gusto debajo del EPI, no les gusta la atención que les damos, son demasiados, somos muy pocos y mal organizados, necesitan información fiable, necesitamos respaldo, están enfermos, estamos agotados… No podemos más, no puedo más”.

Al salir del hospital me doy cuenta de que me pican mucho las manos porque quizá las haya limpiado más de 100 veces, he sudado en invierno más que en verano, me duele la cabeza como si todavía llevase puesto el casco, me lloran los ojos, tengo la cara roja y marcas que me escuecen detrás de las orejas lleve una o dos mascarillas.  De camino a casa me entra la tos y me descubro deseando que “solo” sea el asma.  

Al día siguiente en el centro de salud me espera una consulta infinita inundada de COVID.  Me rodean tantos sanitarios que se ahogan… Llevan demasiado tiempo cogiendo aire cuando baja la marea y aguantando la respiración bajo la ola.

La pandemia ha marcado mi MIR MFyC, la mascarilla queda en mis dibujos para que nunca se me olvide, porque las olas se siguen sucediendo y yo nado pensando que ojalá pudiera vestir sólo pijama blanco, romper los protocolos COVID y aprender otras cosas,  dejar de posponer “para cuando esto pase”, conocer la nariz de mis pacientes y que ellos conocieran mi sonrisa,  estrechar el contacto con mis coR y dejar de pensar en “contactos estrechos”,  que el centro de salud no hiciese aguas, vivir la MFyC como era antes.



3 comentarios:

  1. Ainssss, María.... cuánta razón hay en tus palabras. Yo añoro con nostalgia esa mfyc, que ejercía antes. Pero es cuestión de adaptarse, de sonreír con la mirada, de dar dulzura a nuestra voz... y de intentar salir a flote, para que lo que yo sé que hay ahí, y el amor por nuestra especialidad que se aloja en nuestro corazón, vuelva a ser una realidad. Me alegro, haya personas cómo tú.... quizá no te importe, pero me siento muy orgullosa de ti. Un besito y mucha fuerza para seguir luchando.

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  2. Me importa mucho, por tu nombre no adivino si nos conocemos o no, no sé quien eres pero te agradezco mucho el comentario. A veces no nos queda más donde agarrarnos que a una palabra de aliento de una compañera, un paciente, un amigo... Hoy me ayudan las tuyas. Gracias "covid y más" Seas quien seas.

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