Si vas a dedicarte a la medicina o conoces a alguien que lo hace debes saber algo importante sobre nosotros. A veces puede parecer que la vocación nos convierte de la noche a la mañana en invencibles héroes con bata que velan incansablemente en defensa de la salud de la población. Incluso puedes encontrar a quien interprete este papel a la perfección, al menos por un tiempo. Siento decepcionarte, pero la inmensa mayoría somos comunes mortales a los que ni la vocación librará de las dudas o los errores, del estrés y el desánimo, de pasar malos ratos, muy malos ratos.
Después de una dura consulta, bordeando el desencanto camino anestesiada hasta mi casa, al llegar tiro la mochila pero aún noto todo su peso en los hombros, la ducha fría solo se lleva la capa más superficial del cansancio, pongo algo de música intentando encontrar un cantautor que me parezca lo suficientemente triste. Hoy ni siquiera en mi refugio habitual encuentro descanso, me he dejado la ilusión en la taquilla, se me han roto las ganas de volver mañana. En estos casos sólo la escritura reflexiva me devuelve la cordura: "¿Qué te ha pasado? Que me estoy exigiendo un cambio pero aún opongo toda mi resistencia."
Dos pacientes me han puesto contra las cuerdas sin saberlo, en sus 10 minutos de consulta me han hecho desfilar entre la rabia, el dolor, la impotencia y la pena. Han tomado una decisión que no comprendo, que no me gusta, que me hace daño, pero que necesitan. Lo que nunca pensé que haría, lo que nunca pensé que escribiría en una historia, la mirada que no creí que podría aguantar... se ha colocado frente a mi pidiendo comprensión y se la he dado. Pero me ha dejado con esta horrible sensación de no tener muy claro si estaré a la altura de soportar el peso de mi propia decisión. Y es que hoy elijo respetar las decisiones libres de mis pacientes y acompañarlos siempre, aunque a veces no coincidan con lo que yo hubiera querido para ellos, y esto tiene un precio. Está bien, acepto los malos ratos.
La MFyC ha encontrado uno de mis puntos débiles y yo he descubierto unda de sus flaquezas; parece que nos vamos conociendo mejor, amiga mía, y no sé si darte las gracias o mandarte a la mierda.
Un abrazo, hermanilla.
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