Aquel paciente al que no supe ayudar, ese error de hace años del que no puedo olvidarme, ese paciente con el que me enfadé, aquel médico que me dijo que no conseguiría mi objetivo o que no estaba preparada, la oportunidad que dejé pasar, ese paciente al que perdí, un tiempo mejor para mi vocación que echo de menos...
Son algunos de mis muchos fantasmas. Algunos tienen nombres y apellidos, otros tienen fechas, otros lugares. Algunos pesan mucho y a momentos me anclan en el pasado, me frenan porque los he ido arrastrando. Otros son más livianos, más amables y solo me acompañan no dejando que olvide lo importante. Muchos incluso me invitan a continuar, a mejorar, a superar incluso mis propios límites.
Su presencia es inevitable, pero me dejan decidir la posición que ocupan en mi vida. Podría recluirlos en mi sótano, negar que están conmigo, o colocarlos en el centro y dejar que me invadieran por completo. Decido mantenerlos a mi lado, dejar que mientras avanzo ellos me sigan, prestarles atención de vez en cuando.
Decidirlo no es fácil, tengo que reafirmarme con frecuencia. Tengo que mantener mi autoexigencia a raya, aprendiendo a tolerar y a tolerarme, a ser más indulgente, con todos, conmigo. Mis fantasmas lo saben, tenemos un acuerdo.
Los Fantasmas sólo son Fantasmas
ResponderEliminarEl error nos atenaza, tiene mala prensa. No nos enseñan a convivir con lo inevitable. Tenemos que aprender. Yo propondría un debate social acerca de cuáles serían las consecuencias de una medicina que solo buscara la certeza: pobres pacientes.
ResponderEliminarSobre todo, tenemos que aprender a ser indulgentes, especialmente con nosotros mismos.
El error es uno de “nuestros” inevitables